Al
legendario maestro ya le queda un centímetro cúbico de agüita en su preñador
arrugado por el tiempo y el abuso.
Su
prudente y obsesivo anhelo es llevarse en el saco a lo Don Quijote, un molinito
de viento aunque sea de provincia.
Que dure
un minuto o tres segundos, es lo de menos.
Que el
anhelo se convierta en cielo, es lo que importa.
Si es
feíta o bonita, que se vaya a su casa después del concubitus, para que no haya
recelo ni celo,
y el
cielo quede flotando como molino de viento traspasado, residiendo en la memoria
del fauno.
Managua,
1ro de Julio de 2016