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martes, 12 de noviembre de 2024

LA LEYENDA DEL FAUNO Y EL HADA

 

Una Oda del Poeta Lolo Morales 

Por las sendas de un bosque en un reino encantado, 

donde el laurel y el mirto danzan en sombra y resplandor, 

donde el viento murmura el susurro es sagrado, 

se oye una flauta mística en antiguo clamor.

Oh, noche de orgía, canto y lira sonora, 

la luna en lo alto tiembla con fulgor de alabastro, 

y el fauno con patas hendidas, en su ardiente demora, 

se acerca a la clara fuente, refugio y santuario.

Los dioses celosos contemplan desde el Olimpo sus voces, 

de envidia prenden sus labios con el vino y la miel,

mas el bosque es su templo, 

y se erigen sus dioses

en danza perpetua, en un frenesí cruel.

El fauno, de lujuria y alegría embriagado,

con cuernos retorcidos como ramas de roble antiguo,

con su risa impía, su mirar desatado,

persigue a las Erinnias en su juego ambiguo.

Y allí, la más bella, cual musa de mármol y fuego,

con el cuerpo etéreo, de aliento febril,

la Hada de mirada profunda y delgado ruego,

surge entre sombras, de un éxtasis febril.

Al son de la lira y la danza infinita,

las musas, las Erinnias, en misteriosa unión,

entrelazan sus voces, y el fauno se agita,

en la sed del amante y la ambición.

La armonía, como néctar, fluye en río sagrado,

las siete musas danzan en órbita astral,

y el fauno, libando el vino dionisíaco y dorado,

alza su copa al éter, en un tributo ideal.

Amor y odio en un torbellino, eterno y ardiente,

se entrelazan en este aquelarre de sombras y luz,

y en el viento ondea la risa irreverente,

mientras susurra el mito que nunca verá la cruz.

Con furia y ternura, la mano del fauno se alza,

en busca de ella, el hada, esquiva y gentil,

y en un giro de astros, en una ronda de danza,

las estrellas se funden en un abrazo febril.

Es aquí donde el Olimpo se siente humillado,

envidioso de esta euforia y mortal frenesí,

pues en la espesura, cada dios queda eclipsado

por el himno antiguo de vino, fuego y jazmín.

Oh, las liras resuenan, el fauno danza enardecido,

las Erinnias le siguen en su ronda final,

la Hada ríe, indómita, en un éxtasis vencido,

y el bosque entero es un altar triunfal.

El arte, el verso, el ritmo en eco perpetuo,

tallado en las sombras de un edén ancestral,

oh, danza del amor y el odio discreto,

que evoca al fauno y al hada en el ritual.

Así, en la leyenda, en el canto y la sombra,

pervive la fábula que Homero contara,

en la tierra profunda y en la magia que asombra,

donde el fauno y el hada son el eco que nunca se acaba.

Soy el fauno indomable que, errante y deshecho,

con un grito que hiere al mismo monte y cielo,

declama su nombre y su duelo en mi pecho,

como rugido de fiera o cascada en desvelo.

Oh, musa dariana, oh palabra de fuego,

eres cántico y golpe, eres miel y puñal,

te busco en la noche, en el vino me entrego,

y en cada verso te alcanzo, mortal e inmortal.

Así me retuerzo de amor, de deseo,

soy criatura salvaje, soy himno y pasión,

cuando el beso del hada en la noche poseo,

me enciende la sangre y pierdo la razón.

Mas si ella traiciona, me arroja al abismo,

a la locura herida de un amor destrozado,

mi voz es un eco de oscuros himnos,

y mi furia es la mueca de un dios ultrajado.

Me contorsiono en el suelo de la selva infinita,

mi cuerpo es un templo quebrado de ambrosía,

mis cuernos se alzan en esta amarga cita,

donde el vino es veneno y el amor agonía.

¡Oh, dioses que escuchan desde alturas celestes!

¡Envidiadme el delirio, envidiadme el amar!

Que no hay alegría, ni dioses, ni gestos,

que vivan tan hondos como mi gozo mortal.

Oh hada, etérea y cruel, que a mi pecho se ciñe

como anhelo sagrado, como espina letal,

cuando en tus brazos caigo, mi ser se deslíe,

en ambrosía y locura, en un goce infernal.

Por ti canto, por ti bramo y me entrego,

yo, fauno audaz, que del mundo soy dueño,

cada hoja es mi manto, cada raíz mi fuego,

en el amor que me consume y me lleva al sueño.

¡Locura y ardor! ¡Cuerpo y espíritu un canto!

yo, el fauno indomable, en esta tierra anclado,

mi destino es amar con un fervor sacrosanto,

y en el odio y el dolor, ser eternamente amado.

De mi pecho nace el verso que nadie olvida,

con ambrosía y coraje, con fiebre y temblor,

soy el fauno que danza en la noche encendida,

soy eco y deseo, soy furia, soy amor.

 

Managua 12 noviembre 2024

ELEGÍA A UN AMOR PERDIDO








Oh, amor,

barco que naufragó en mi pecho,

lluvia que empapó la tierra de mi alma,

dejándola fértil y luego, árida,

me quedé contigo y sin ti,

atrapado en la orilla que abandonaste,

como un anhelo que aún late en la distancia.


Te busqué en las calles y en los rostros ajenos,

en el eco de tus pasos que ya no regresan,

en cada rincón donde tus ojos sembraron luz,

y solo hallé sombras —

como ruinas antiguas de lo que fuimos,

como pétalos secos en los que el tiempo danza.


Te fuiste con la prisa de un río incesante,

como ola que besa y se marcha,

dejando espuma y vacío en la playa del corazón.

¿Dónde estás ahora, llama que ardiste sin descanso,

perfume dulce en las madrugadas,

sueño errante que rozó mis cielos más altos?


Llevo el peso de tu nombre como un viento invisible,

como un murmullo de hojas en mi interior.

Tu voz, ecos de un bosque en otoño,

se desvanece mientras camino,

y cada paso es un lamento,

un susurro de hojas secas bajo mis pies.


Fuimos río y montaña,

fuimos bosque en llamas,

fuego indómito y pájaros danzando en la aurora.

¿Recuerdas, amor, cuando el mundo

no era más que un reflejo de nuestros cuerpos,

cuando el tiempo cedía ante la urgencia de la piel?

Pero ahora el tiempo es tirano y ajeno,

es el reloj que marca lo perdido,

lo inalcanzable, lo que ya no regresa.


Tu ausencia es el filo de la noche,

y a veces me roza con su fría caricia,

dejándome desnudo y sin estrellas.

Es el eco de un tambor lejano,

el compás de un suspiro que se va desvaneciendo.

Me aferro a los restos de tus besos,

a los recuerdos que, como polvo de estrellas,

se posan en mi piel sin tocarme,

se disuelven en el viento sin volver.


¿Qué soy ahora sin ti,

sino una luna desierta,

un océano mudo,

una raíz buscando agua en la aridez?

Amor, plantaste en mí el temblor y la ternura,

y me dejaste las manos vacías,

como ramas desnudas ante el invierno.


Oh, amor, que fuiste torrente y calma,

sol y penumbra,

mi grito en la madrugada,

mi risa y mi pena;

te honro en este silencio,

en este canto que es lágrima y flor,

en cada verso que alumbra lo que fuimos

y la sombra de lo que ya no somos.


Que tu nombre resuene en las piedras,

que el viento lo lleve lejos,

allí donde el mar se encuentra con el cielo,

y en cada rincón donde alguna vez

nos vimos reflejados en el amor eterno.

Soy, en este momento de tu memoria,

el campo desierto que espera la tormenta,

el árbol que se deshoja sin tristeza,

porque sabe que el invierno también es parte de la danza.


Y aunque te hayas ido, amor,

y tus huellas se disuelvan en el polvo de los días,

te llevo en mí como un rumor secreto,

como un río subterráneo,

como un sueño que regresa cada noche

para recordarme que, aunque todo se pierde,

alguna vez existimos en el centro del universo,

y en ese instante, el amor era todo.

viernes, 21 de julio de 2023

Viejas Polvaredas



¡Oh! Viejas polvaredas,
 inclinen sus arrugados versos

 ante el poeta nuevo 
 que levanta y abre, 
 visiones de pellejos tiernos.

 Las viejas alondras que ya no cantan, 
 con sus polvos apagados
 como pocillos oxidados 
 aburren tanto, 
 que el garrobo del bardo
ya no cabecea.

Solo el calzón nuevo alegra,
el corazón de un fauno retirado.

Managua 10 de junio de 2023


domingo, 18 de diciembre de 2022

Anhelo de un fauno en retiro

 

Me gustan las tiernas patitas al aire crujientes,

como pollo rostizado doradas, duras, frescas

me gustan sin panza, con el calzoncito repintado

repujado,

que usen hilo dental con derrier impecable,

nalgas como melones me gustan apretaditas

ahí me siento a gusto

el color es lo de menos

me gustan altas, chaparritas, flaquitas, arqueadas,

como esas empanadas rellenas de almíbar de coco

untadas en mermelada de queso bañadas en cerveza,

o champán,

 

me fascina oler las flores cuando están tiernas

porque solo tiernas despiden fragancia

con sabor Cocó Chanel natural

 

Me gusta jugar a las escondidas

hasta que hierva la sangre

buscando la piedra filosofal

de la eterna juventud

esa alquimia que entregan las almas encarnadas

en cuerpos que hablan con ojos iridiscentes

que con solo mirar hacen temblar rodillas

hasta explotar como un loco borracho de adrenalina

al más alto nivel, como el pavorreal o el ave del paraíso

que cuando se suben sobre la hembra se esponjan de orgullo

 

Me gustan los pipianes en flor solteras, viudas, abandonadas,

inocentes, chayotitos tiernos, maltratadas, despreciadas,

desechadas, ultrajadas por machos celosos borrachos

acomplejados apaleadores de púberes indefensas

 

Me gustan los brazos forrados con dulces tapices de mieles

de algodón de azúcar con la dureza del más dulce de los aceros

achocolatados en sus forros traseros como globos de titanio

con pezones erguidos tan duros, tan altos, como los volcanes puntudos

de mi tierra,

 

Me gustan con vestido apretadito con faldas

que vuelan como islas milenarias

cobijando columnas de mármol

de esas que sostienen los templos de las diosas griegas.

 

Ya punzan doliendo las bolsas de arena líquida

blanca fecunda a punto de reventar con solo sentirlas

olerlas viéndolas así.

 

Me gustan las musas sazonas que sean de esas les gusta

gozar con poemas que llegan al alma versos, besos, caricias,

ternura, sabiduría paciencia, experiencia,

generosidad de un fauno en retiro.

Me encantan las ninfas que aman el buen vino

de cosechas antiguas ron añejado de sesenta

y cuantos años envejecido con bouquet a Coñac Napoleón

con olor a queso griego, con sabor a caviar

 

Me enloquecen las Erinnias que adoran a los poetas contemporáneos

que usan calzoncillos de hombre viejo, que saben amar, que saben cantar,

le llegan al alma en primavera,

en el gélido invierno,

en el tostado verano,

en el blanco otoño

 

Me encantan esas que saben cuidar la siesta

del mismo Dionisio

quisiera seguir anhelando esa emulsión estelar del fulgor juvenil,

primavera infinita que invita a la aventura recorriendo la novedad

de un territorio inexplorado del amor.

 

 Managua, noviembre 2012


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