La Crítica de Arte
El poema es un espejo de las miserias humanas, pero también una antorcha encendida que ilumina el camino hacia la posibilidad de un renacimiento espiritual, en uno de los éigrafes Morales escribe en latín "Et rebelles coepit videre lucem", que traducido significa, " y los rebeldes - o los imbéciles, o los esclavos milenarios - comenzarona ver la luz".
Aquí, el autor trasciende la condena del ser primitivo y abre las puertas a la esperanza, a esa chispa divina que, aunque adormecida, sigue viva en la conciencia humana.
En su audaz exploración de la maldad innata, el poema no se limita a señalar los defectos, sino que busca entenderlos como parte de una narrativa universal:
"los hicieron sentir culpables de su vida en paraísoles dijeron que no debían comer del árbol de la vidacomo que si ansiar vivir fuese pecadoles dijeron que morirían si comían del árbol de la sabiduríacomo si querer ser sabio fuese pecado¿qué daño hacían por desear saber?¿era la sabiduría pecado?¿era la ignorancia virtud divina?¿quién había cometido pecado en realidad? ¿dios, la serpiente, el hombre, la mujer?"
Lo fascinante de esta obra es cómo evita las trampas de las utopías etílicas y opiáceas que han seducido a tantos idealistas. No se trata aquí de un sueño inalcanzable, sino de un llamado práctico y profundo al despertar de la conciencia:
"¡oh! purpúrea musa de la libertad recobra tu ímpetu alza el vuelo, detén las trágicas olas que viajan en el éter zigzagueante de la serpiente venenosa
ponle fin a la adormidera de los pueblos, azota con tu luminoso verbo hasta que extermines la muerte, hasta que los humanos amando la vida puedan liberarse, vengan los cóndores milenarios a espantar demonios timbucos, a machacar engendros calandracas"
Estas líneas resuenan como una proclama humanista, un grito de fe en la capacidad del ser humano para trascender su estado actual y alcanzar un nuevo modo de ser, un “Nuevo Ser Humano-Divino”, como señala el poeta.
La estructura del poema, deliberadamente libre y fluida, refuerza la naturaleza orgánica de su mensaje. Es un río que avanza, a veces con la calma de la reflexión y otras con la violencia de un torrente que sacude las rocas del pensamiento estático. En su clímax, el poema declara:
"queremos recién nacidos que amen la vida sin temor a muertes voluptuosas ni miedos a capataces ciclópeos que insaciables observan la hora terminal de los moribundos que dejan de quebrarse las espaldas hasta los sesenta y cinco años como bagazo que tiene que ir a la caldera para quemar ladrillos para los mausoleos y esfinges monumentales de los caciques"
Con estas palabras, Morales González entrega su verdad desnuda, reclamando al lector su responsabilidad en su propio proceso de redención.
En términos estéticos, la obra dialoga con las mejores tradiciones de la poesía filosófica, evocando a figuras como Nietzsche y Whitman, pero siempre con una voz propia, arraigada en las complejidades de nuestro tiempo. La "imbecilidad" no es aquí un insulto, sino un estado a superar, una metáfora de la oscuridad que todos llevamos dentro y de la cual debemos liberarnos:
"les metieron en miedo
les dieron una religiónun sacerdoteles hicieron creer en la existencia de lo inexistentepara que odiaran la existenciapara que odiaran lo naturalel miedo les esclavizóse convirtieron en masas"
La Redención de los Imbéciles no es solo un poema; es un manifiesto para aquellos que buscan la luz en medio de la oscuridad. Dolores Morales González nos recuerda, con una poética tan profunda como exquisita, que la redención es un acto consciente, una revolución interna que exige valentía y verdad. Su poema es, en última instancia, una obra destinada a perdurar en el alma de quienes se atreven a escuchar su llamado.
Desde el amanecer de los tiempos, la humanidad ha transitado por sendas marcadas por la sombra de su propia ceguera. Los imbéciles —no como injuria, sino como un recordatorio de nuestra esencia primitiva— se mueven entre la penumbra de lo no revelado, encadenados a sus propias miserias. No hay en ellos maldad consciente, sino una tendencia innata, un peso ancestral que los ata al barro de su origen.
En cada acción, un eco de la piedra lanzada al río; en cada palabra, una chispa que incendia o ilumina.
“llegó el tiempo de la redención de los imbéciles, no a lo marxista, porque Marx se equivocó y no hizo más que quitar a un zar para colocar a otro zar en sus pedestales de granitos forjados en egolatrías infernales, el problema nunca fue económico porque en el paraíso había de todo para todos
el problema siempre fue psicológico hecho a la medida para los imbéciles adoradores de seguridades esclavizantes
odiaron a los vagabundos porque invadieron sus palacios en busca de un mendrugodespreciaron a los ciegos porque comenzaron a ver en medio de la oscuridadpersiguieron a los despiertos, y los iluminados se convirtieron en avatares más peligros que Jesús”
El camino de redención no está en negar nuestra condición, sino en aceptarla como el primer peldaño hacia una verdad más alta, hacia un estado donde el ser humano trascienda su animalidad y abrace lo divino que habita en su centro.
No se trata de una redención fácil ni edulcorada, sino de una batalla interna, un despertar que sacude hasta los huesos. En ese despertar, el imbécil —que todos hemos sido— vislumbra la posibilidad de ser más que un nombre, más que un instinto: un creador de su propio cosmos.
"ya comienzan a tambalearse como borrachos de miedo en una era donde el sol ya no puede ser dominado ni las conciencias puedan ser adormecidas porque los faraones agonizan junto a sus religiones genocidas en el sueño invencible que los domina en las altas cúpulas de los campanarios de la eternidad
los viejos guardianes de mitos se desploman al compás del sonido del silencio de los meditadores en los atardeceres donde el sol jamás se oculta"
El viaje hacia un estado superior es, en su esencia, un proceso de dolor y belleza. La humanidad debe enfrentarse a su maldad latente, a las sombras que proyecta en cada acto de egoísmo, en cada instante de indiferencia. Y es ahí donde surge la pregunta esencial: ¿Es posible la redención en un mundo tan vasto y quebrado, o somos apenas un suspiro en el pecho del universo?
La respuesta no está en un dios externo ni en una ideología; está en la conciencia misma, en la chispa que espera ser avivada. Es en ese momento de lucidez donde el ser humano comprende que no hay redención colectiva sin redención individual.
Así, la redención no es un final, sino un comienzo: un paso hacia un estado en que lo humano y lo divino se abrazan, en que el ser ya no se define por su miedo ni por su miseria, sino por su capacidad de transformar. Porque no hay salvación sin conciencia, y no hay conciencia sin enfrentarse al abismo.
El imbécil, redimido, ya no es un esclavo de su pasado ni de sus pulsiones; se convierte en un alquimista de su destino, un puente entre la oscuridad que lo engendró y la luz que lo llama.
"y la eternidad se hizo luz, y la vida trasmutó en amor,
y la casa es el paraíso que una vez nos negaron"
Ángeles Ochoa Garza – Poeta Mexicana, CDMX, 16 de noviembre de 2024