¡No todo el que diga Carlos, Carlos, entrará en el reino de los cielos!

Cuando el poeta Carlos Martínez Rivas estaba enfermo de su grave y crónico alcoholismo que padeció muy acentuadamente ya al final de sus días, en su casa de Altamira D'Este, solo, sin bañarse, en el abandono total, solamente cuidado por su gato Poe, cuyo nombre llevaba el apellido del gran escritor, poeta, crítico y periodista romántico bostoniano Edgard Allan Poe. 

Llegabamos a acompañarlo los poetas Juan Chow, Mauricio Lacayo Barreto (q.e.p.d) Raúl Orozco (q.ep.d) y éste que les narra. Le llevabamos sopas maggi, vitaminas, galletas y algunas extras que él nos solicitaba. A Carlos no le gustaba recibir gente, a nadie, me sorprendí en demasía cuando accedió dejarse tomar esta foto conmigo; fue un verdadero milagro, detestaba tomarse fotos con nadie, ya estaba escrito que iba a suceder. 

Eramos un grupito privilegiado, eramos lo que hacíamos la revista cultural de finales de los años 90, Ojo de Papel. Carlos nos daba material inédito, poemas y dibujos que escribía en a lápiz en las paredes sucias de su casa, olorosa a alcohol y berrinche, los poemas, escritos, máximas y dibujos eran copiados con cámara fotográfica y luego trascritas al papel y a la imprenta, era increíble. 

 Tuvimos el privilegio de saborear y llenarnos del genio del poeta más grande que ha parido Nicaragua después de RD. La poesía de Carlos Martínez Rivas, de originalidad, sobriedad, consistencia, preciso dominio del idioma, rechazo deliberado a la impostura del "vasto mundo plástico, supermodelado y vacío", imaginación y belleza sin par en la literatura nicaragüense, es sólo comparable con la de Rubén Darío o Salomón de la Selva. El gobierno de Nicaragua de turno al bate, le pasaba una pensioncita de "muerto de hambre", creo que eran 500 pesos. 

 La puetería criolla del círculo palaciego de la corte de turno no daban ni cinco pesos por Carlos, el gran CMR. Nadie, casi nadie después de nosotros lo llegó a visitar meses, casi un año, antes de su muerte acaecida el el 16 de junio de 1998, aún sus familiares lo descuidaron, una enfermera lo atendía, pagada por alguna alma caritativa. Ahora, después de 16 años de su muerte física, los cortesanos de la puetería criolla, la bourgeoise bohème dilettante viejos y noveles, le dicen Carlos El Grande, el Insurrecto Solitario, ahora todos lo alaban, todos fueron sus amigos, todos lo aman, lo veneran, le hacen homenajes pos morten, lo idolatran y llenas sus páginas en facebook con sus fotos y con sus disertaciones, en videos y publican su obra, le hacen monumentos, lo adoran, y es el invitado de honorde los festivales y ferias nacionales, solamanete hace falta que los curas y los políticos lo pongan en sus altares y en sus melogalómanas vallas. 

 Si CMR se levantara de de su tumba creo que esta vez parodiaría al nazareno diciéndoles sin ambages ¡Apartáos de mí, hacedores de maldad, nunca os conocí, hipócritas, raza de víboras, publicadores de libros! 

 Así es la vida, esta es una verídica anécdota de la historia verdadera del Insurrecto Solitario. Por eso yo digo y profetizo que: ¡No todo el que diga, Carlos, Carlos, entrará en el reino de los cielos! Tomen nota. 

 Un poète maudit (a. de CMR) 
 Poema de Lolo Morales 

 “No todo aquél que dice Carlos, Carlos, entrará al reino de los cielos” (Lolo Morales)

Verso profundo necesito para vivir. 
 Aristócrata dilettanti y estúpido me llamarías 
si jamás quisieras escucharme.

 Asombrado estoy de tu lira y tu virtud fatal. 
De tu verso raro estoy desnudo. 
 Enséñame aeda nocturno a descifrar
 los abismales derroches de tu mente. 

 Lolo Morales. Managua 1986, poema dedicado al maestro Carlos Martínez Rivas un mes antes antes de su muerte. 



Por Lolo Morales, miércoles 18 de enero de 2012