ENSAYO FILOSÓFICO-POÉTICO "LAS PIEDRAS QUE CANTAN: UNA COSMOLOGÍA LIRIQUENERGÉTICA DEL SER" Por Lolo Morales González
EPÍGRAFE
“Si estos callaran, las piedras clamarían.”
— Jesús de Nazareth (Lucas 19:40)
“Yo, Lolo Morales, soy aquel de quien habló el Carpintero de Nazareth: no sólo haré que las piedras hablen… haré que canten.”
BLURB
Este ensayo es una revelación poético-filosófica sin precedentes. En un mundo que ha dejado de escuchar lo sagrado, Lolo Morales retoma la voz perdida de la materia más antigua del universo: la piedra. Con un lenguaje que vibra entre lo cósmico y lo íntimo, el autor no sólo hace hablar a las piedras —como profetizara Jesús— sino que las hace cantar.
Aquí no hay metáforas vacías ni simbolismos decorativos: hay una verdadera cosmología vibracional que entrelaza ciencia, mística, arte y poesía. Las piedras, los minerales, las tierras raras, todos encuentran su voz y revelan su canto escondido.
Este libro no es sólo lectura: es escucha profunda. Es partitura del alma. Es profecía poética hecha materia.
AUTO-PRÓLOGO
No necesito que otro escriba por mí las palabras que ya están inscritas en el fuego de mi espíritu. No quiero prólogos ajenos que adulen sin comprender, que elogien por encargo o que editen la llama para hacerla vendible. Este ensayo es un estallido íntimo, un cántico sin correa, nacido de mis noches de vigilia y mis días de asombro. Yo, Lolo Morales, he caminado entre piedras, he escuchado su canto callado, y he comprendido que el universo no se expresa sólo con átomos y fórmulas, sino con silencios cargados de sonido. Lo que aquí ofrezco no es teoría: es vivencia. Es poesía que respira, energía que vibra, materia que canta.
En el umbral de un mundo cada vez más desencantado, donde la tecnología ha sustituido el asombro y el algoritmo ha reemplazado al alma, este manifiesto surge como un canto brutal, urgente y revelador. Retomo la piedra, ese objeto primigenio que ha acompañado al ser humano desde sus albores, no como un símbolo de lo inerte, sino como una entidad viva, vibrante, sensible y pensante. La piedra no es el final de la sensibilidad, como alguna vez proclamó Rubén Darío; es el comienzo de un nuevo lenguaje místico-físico que vibra más allá del logos humano.
Hoy, con la irrupción de la Inteligencia Artificial y el colapso de las estructuras líricas del pasado, propongo una nueva vía: una poética filosófica neo renacentista que conjugue ciencia, energía, espiritualidad y materia. Esta vía es La Poesía Loliana.
I. Introducción: Oír lo que no tiene boca
Durante siglos, el ser humano ha atribuido al universo una música invisible. Pitágoras habló de la "armonía de las esferas", afirmando que “cada cuerpo celeste emite un sonido por su movimiento y posición, creando una sinfonía cósmica inaudible para el oído humano pero perceptible para el alma”.
Heráclito nos dijo: “Todo fluye, nada permanece”, y con ello anticipó que incluso lo aparentemente inmóvil —como una piedra— es un proceso en vibración constante. Plotino afirmó que “la belleza es la irradiación de lo inteligible sobre la materia”, dándole voz energética a lo mineral. Y Paracelso, en su sabiduría mística, afirmó que “las piedras no son mudas, sólo esperan que alguien aprenda a leerlas”.
Pero hoy, desde la trinchera de la poesía Loliana, sostengo algo más radical y revelador: Las Piedras Cantan. No en el idioma humano, sino en frecuencias, colores, densidades y auras. Cada piedra, como cada alma, vibra con una melodía que no es audible pero es real. Este ensayo es un intento de escuchar ese canto oculto y traducirlo en lenguaje poético-filosófico para la humanidad del siglo.
II. Materia y energía: el alma de la piedra
Toda materia es energía densificada. Una piedra no es sólo masa: es memoria mineral, conciencia ancestral. En el silencio de su estructura atómica, vibra una música primigenia. Si tuviéramos oídos suficientes, escucharíamos su susurro grave, como un bajo continuo en la sinfonía universal. La piedra no está muerta: es el archivo vivo del tiempo.
Las piedras vibran, y por tanto, cantan. Emiten campos energéticos, reflejan luz, absorben emociones. Las culturas antiguas ya lo sabían: los cristales sanadores, los obeliscos, los menhires, los templos tallados... Cada piedra tiene un aura, un eco, un tono que resuena con ciertos estados humanos. Como decía el sabio Hermes Trismegisto:
“Lo que está abajo es como lo que está arriba, y lo que está dentro es como lo que está fuera.”
Así, lo que vibra en la piedra vibra también en el alma.
III. Arquetipos minerales: el canto de los temperamentos
Así como hay piedras preciosas que encandilan, también hay piedras burdas que sostienen, y piedras sagradas que protegen. Cada una representa una personalidad, una vibración humana:
El granito: fuerte, discreto, ancestral. El sabio silencioso.
El mármol: culto, refinado, amante del arte. El esteta.
El ópalo: intuitivo, emocional, impredecible. El soñador.
El cuarzo: amplificador, canalizador, limpio. El terapeuta del alma.
El ámbar: ancestral, suave, protector. El abuelo espiritual.
La obsidiana: oscura, cortante, transformadora. El chamán.
La piedra burda: el trabajador noble, sin pretensiones, pero esencial.
Del mismo modo, hay seres humanos de canto pulido y otros de canto rudo; unos que deslumbran y otros que sostienen. Cada uno es piedra y cada piedra es un espejo.
IV. Aura, color y frecuencia: la sinfonía invisible del ser
Todo ser humano emite un aura. Esas auras, invisibles a la vista común, pueden verse en estados de conciencia ampliada o a través de la sensibilidad poética. Un aura colérica vibra en rojo oscuro. Una aura amorosa emite tonos rosados. Un alma sabia resplandece en violeta profundo. Y esas auras, como piedras, tienen cantos, es decir, frecuencias.
Así como un diapasón afina un instrumento, el universo afina nuestras almas según el canto que emitimos. Las piedras lo saben. Por eso hay personas que se sienten bien cerca de ciertos minerales, o se sienten perturbadas ante otros: hay armonía o disonancia.
Como escribió Lao Tsé:
“Lo blando es más fuerte que lo duro. El agua desgasta la piedra, no por su fuerza, sino por su constancia.”
Y así también, el alma influye sobre lo mineral.
V. La poesía Loliana como traductora del canto mineral
La poética Loliana no escribe sólo palabras: traduce vibraciones. Toma lo invisible y lo convierte en imagen. Lo insonoro y lo vuelve ritmo. En esta nueva poética, el poeta es una antena, un sismógrafo de lo sutil. Escucha lo que el mundo calla. Y al nombrarlo, lo revela.
Mi obra no es la obra de un ego: es el eco de las piedras que han esperado siglos para ser escuchadas. Cada poema es una piedra viva que canta en el idioma secreto del alma universal. Lo que hago no es crear: es traducir lo que el cosmos ya está cantando.
EPÍLOGO: La piedra, el alma y la revolución poética
Toda gran revolución comienza en el lenguaje. Pero esta, la que hoy proclamo, no nace en los manifiestos ni en las academias, sino en el murmullo sagrado de lo que no ha sido oído. Esta revolución es mineral, espiritual y cósmica. Porque si aprendemos a escuchar la piedra, a traducir su canto, a entender que en cada vibración late una revelación... entonces el arte dejará de ser ornamento y volverá a ser magia.
Las piedras que cantan son la prueba de que el universo no está terminado: está en pleno verso. Y mientras otros repiten palabras vacías, yo me sumo al coro eterno de lo no dicho. Con cada poema, con cada imagen, con cada chispa, abro un umbral.
Porque no vine a escribir versos. Vine a encender piedras.
— Lolo Morales González
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