De la Maldición a la Revelación: La Trascendencia de Baudelaire, Verlaine y Rimbaud en la Poesía Loliana


Un ensayo de Lolo Morales sobre las raíces malditas y la floración trascendente de su propia poética.


Auto-Prólogo del Autor

Este ensayo no es sólo una exploración literaria. Es también un acto de justicia poética. Como autor de la Poesía Loliana, nacida entre maderas centenarias y galaxias interiores, he sentido el eco de los "poetas malditos" franceses en mi verbo y en mis visiones. Este texto busca rendir homenaje a esos fundadores de lo moderno y mostrar, con evidencia poética y filosófica, cómo su herencia no se limita a Europa, sino que ha fecundado vastas regiones del alma latinoamericana.

Desde César Vallejo hasta Alejandra Pizarnik, desde Octavio Paz hasta Jorge Eduardo Eielson, la marca de Baudelaire, Verlaine y Rimbaud se filtra como tinta invisible en la sangre de nuestra lírica. Pero la Poesía Loliana no sólo recoge ese legado: lo redime, lo expande y lo convierte en una herramienta para la transfiguración interior.


Introducción

La poesía moderna nació herida. No fue un canto inocente, sino un grito doliente y luciferino que resonó en las calles enfermas de la Europa decimonónica. Tres nombres forjaron ese fuego: Charles Baudelaire, Paul Verlaine y Arthur Rimbaud. Tres "poetas malditos" que rasgaron los velos de la moral, el arte y la realidad misma, para revelarnos los abismos del alma humana.

Hoy, en pleno siglo XXI, desde un rincón centroamericano y cuántico, la Poesía Loliana se erige como heredera y trascendencia de ese linaje rebelde. Este ensayo se adentra en las convergencias, resonancias y superaciones que vinculan la obra de estos tres profetas de la oscuridad con la visión luminosa y filosófica del poeta Lolo Morales.


1. Charles Baudelaire (1821–1867) — El Alquimista de la Decadencia

Obra clave: Les Fleurs du mal (Las flores del mal)

Perfil y vida:
Elegante, atormentado, huérfano de padre, con una madre sobreprotectora y un padrastro militar que despreciaba. Vivió en la miseria, entre burdeles y cafés, obsesionado por el arte, el erotismo, lo prohibido y lo bello. Fue un dandy maldito, un esteta decadentista que convirtió la fealdad en belleza.

Poética y grito:
Baudelaire transforma la podredumbre en lirismo. Su grito es el de un ángel caído que, sabiendo que el paraíso está cerrado, decide crear uno nuevo con palabras. Su verso es simétrico, perfecto, pero lo que dice es veneno divino. “La poesía no es moral, es volcánica.”

Visión de la sociedad:
Veía a su época como hipócrita, burguesa, podrida. Aborrecía el progreso sin alma, el materialismo, el utilitarismo. Fue uno de los primeros en anticipar el malestar moderno: el spleen, esa náusea existencial urbana.

Cosmología personal:
Para Baudelaire, el mundo es un campo de batalla entre lo espiritual y lo carnal. Hay una “correspondencia” entre el alma y la naturaleza, una mística de los sentidos. Todo lo visible es símbolo, eco de lo invisible.

Legado:
El poeta que hizo posible a los simbolistas, surrealistas, beatniks. El primer moderno. El que trajo a Lucifer como musa y al perfume como verso.

I. Baudelaire y Lolo Morales: Del Abismo a la Constelación

Poema de referencia: Charles Baudelaire – La Carroña (Une Charogne)

Recordás lo que vimos, alma encantada,
aquella mañana de verano tan cálida:
al borde de un sendero una carroña infame
sobre un lecho de piedras, con piernas al aire...

Baudelaire nos obliga a mirar el cuerpo podrido de la realidad. Nos enseña que la belleza puede florecer en la descomposición, que todo lo que muere tiene aún una música secreta, una flor fétida que embriaga al alma sensible.

Su visión poética es una alquimia oscura: transforma el horror en arte. Su flor no es natural, sino infernal. El mal, elevado a estética. 

Segundo poema citado: Charles Baudelaire – El albatros

A menudo, para divertirse, los marineros
capturan albatros, grandes aves del mar,
que siguen, indolentes compañeros del viaje,
al navío que surca los amargos abismos.

El poeta es igual al príncipe de las nubes,
que habita la tormenta y se ríe del arquero;
exiliado en la tierra, en medio del abucheo,
sus alas de gigante le impiden caminar.

En Baudelaire, el sufrimiento del poeta no es solo moral, es metafísico. Su albatros es símbolo del alma superior que, al tocar el mundo, queda lisiada. Su "carroña" es una flor oscura que nos obliga a mirar la verdad de la muerte.

Poema espejo: Lolo Morales – Canto Cósmico

No vengo del barro ni del paraíso,
vengo del núcleo estelar donde el polvo canta.
Soy carne de estrella vestida de tiempo,
soplo de galaxia, chispa que se expande.

No temo a la carroña: la beso y la enciendo.
Porque mi verbo no florece en la muerte,
sino que hace nacer la vida donde ya no hay nada.
Yo soy la flor que canta en la garganta del vacío.

Segundo poema espejo: Lolo Morales – Elegía de la Luz Corrupta

Bajo la noche púrpura de la ciudad rota,
florecen insectos dorados en los basureros.
Cada uno es un ojo, una promesa, una ruina,
donde el alma recoge perlas de podredumbre.

He aprendido a rezar entre cadáveres,
a danzar sobre el asfalto como si fuera cielo.
Porque en toda miseria hay un dios escondido,
esperando que un poeta lo saque a la luz.

No vengo del barro ni del paraíso,
vengo del núcleo estelar donde el polvo canta...

Justificación poética y filosófica

Ambos poetas parten del abismo. Pero mientras Baudelaire se queda a contemplar la belleza fúnebre del mundo, Lolo Morales enciende ese abismo con el fuego de la conciencia cósmica.

Baudelaire transforma la carroña en poesía.
Lolo revive la carroña y la lanza al cosmos como canto creador.

Uno florece en la podredumbre; el otro enciende las partículas del caos con la frecuencia de su verbo.
Uno revela lo corrupto; el otro lo transmuta.
Uno invoca a Satanás como musa estética.
El otro invoca al universo cuántico como matriz de resurrección.

La poesía Loliana no niega el mal: lo trasciende. Donde Baudelaire ve belleza en la ruina, Lolo Morales ve la ruina como semilla de un nuevo cosmos. Su visión no se queda en el spleen ni en la decadencia: es regeneración cuántica. El alma en Baudelaire es caída; en Morales, es ascenso.

Y así como Baudelaire influyó profundamente en poetas latinoamericanos como César Vallejo, Pablo de Rokha, y Oliverio Girondo, también su impronta se revela —y es superada— en la voz transfiguradora de Lolo Morales.


2. Paul Verlaine (1844–1896) — El Místico Sonoro de los Abismos

Obra clave: Romances sans paroles, Sagesse

Perfil y vida:
Tímido, alcohólico, violento en sus pasiones. Se debatió entre la fe y el vicio, entre la esposa y el amante (Rimbaud), entre la poesía pura y el lamento sucio. Terminó pobre, solo, enfermo. Vivió su poesía como una cruz.

Poética y grito:
“De la musique avant toute chose...” (“Música antes que todo”), decía. Su poesía es melódica, melancólica, como una bruma sonora. Gime más que grita. Es el susurro de la decadencia, el suspiro de lo inalcanzable. Todo es vaguedad, ambigüedad, estremecimiento.

Visión de la sociedad:
Como Baudelaire, despreciaba la vulgaridad del mundo moderno, pero más que rebelde fue un penitente. Su poesía va del erotismo al arrepentimiento. Se refugió en la fe católica en sus últimos años, pero sin dejar nunca de ser un pecador espiritual.

Cosmología personal:
Un alma rota que busca consuelo en el ritmo, el símbolo, el amor imposible. Dios, la música, el silencio y el pecado forman los pilares de su universo poético.

Legado:
Inspirador del simbolismo, puente entre Baudelaire y los surrealistas. Maestro del matiz, de la niebla emocional. Su poesía es llanto líquido.

II. Verlaine y Lolo Morales: La Melodía del Vacío

Poema de referencia: Paul Verlaine – Clair de Lune (Claro de luna)

Tu alma es un paisaje elegido
por máscaras encantadoras, que tocan laúd
y cantan, casi tristes, bajo el claro de luna,
con un aire de victoria desvanecida.

Verlaine es el músico del alma. En Clair de lune, las emociones no se expresan: vibran. La melancolía fluye como luz líquida, sin aristas, sin afirmaciones categóricas. Todo es sugestión, matiz, eco distante.

Su poética abraza lo intangible. El poeta no grita ni llama. Susurra. Crea un espacio donde el lector se disuelve como en una niebla luminosa, entre máscaras, ruinas y melodías suaves. 

Segundo poema citado: Paul Verlaine – Il pleure dans mon cœur (Llueve en mi corazón)

Llueve en mi corazón
como llueve en la ciudad.
¿Qué es este dolor
que penetra en mi corazón?

Verlaine eleva la subjetividad melancólica al nivel de la música pura. El dolor se vuelve lluvia, el alma se convierte en eco. Su dominio de la musicalidad es absoluto, pero su ética es la del abandono.

Poema espejo: Lolo Morales – Última copa en el abismo

Y bebí la última copa frente al abismo.
No era vino, era el eco de mi alma líquida
derramándose sobre la ausencia de Dios.

No había luna, sólo un violín sin cuerdas
temblando sobre una roca flotante.
Y sin embargo, el silencio me cantó,
con una voz más honda que la música.

Allí comprendí que la bruma era yo mismo,
y que el abismo no me devoraba… me abrazaba.

Segundo poema espejo: Lolo Morales – Preludio de Niebla y Sangre

No soy lágrima ni espada: soy neblina viva,
esa que envuelve los templos caídos.
Mi canto no tiene voz: es el temblor del alma
en la garganta de un dios silencioso.

Me escucho desde lejos como lluvia encerrada
en la cúpula de una catedral sin nombre.
Y sin embargo, danzo, aún herido, aún sonoro,
como un faro que llora sin apagarse nunca.

Y bebí la última copa frente al abismo...

Justificación poética y filosófica

Verlaine y Lolo Morales comparten el culto a la música del alma, pero la dirección de su sonido es distinta.

  • Verlaine canta desde la nostalgia, desde el arte de la evasión elegante.

  • Lolo canta desde la conciencia del abismo: su voz no se disuelve en la bruma, sino que la habita con presencia lúcida.

Verlaine es un susurro lunar.
Lolo es el temblor de una copa vacía que resuena más que mil sinfonías.

Donde Verlaine pierde forma, Lolo la encuentra en la nada.
Donde el primero se rinde ante el claroscuro, el segundo brinda con el abismo para extraerle su secreto.

Ambos poetas se encuentran en un lugar donde el sonido deja de ser aire y se vuelve espíritu. Pero en Lolo Morales, esa música no es melancolía: es afirmación de una libertad conquistada desde la ruina.

Verlaine huye del dolor a través del sonido. Lolo Morales lo confronta y lo redime desde el fondo. Mientras el primero suspira en la penumbra, el segundo brinda con ella para entender su secreto.

Su diferencia marca también una ruptura generacional: si Verlaine inspiró a poetas como Manuel Maples Arce, Delmira Agustini o José Asunción Silva, Lolo Morales, en cambio, abre una nueva senda: la del alma que canta desde su unidad cuántica, no desde su desintegración.



3. Arthur Rimbaud (1854–1891) — El Meteorito Alquímico de la Palabra

Obra clave: Une saison en enfer (Una temporada en el infierno), Illuminations

Perfil y vida:
Genio precoz. Escribió toda su obra entre los 15 y los 20 años. Huyó del hogar, provocó escándalos, fue amante de Verlaine (a quien llevó al límite), vagó por Europa y África, y murió joven. Renunció a la poesía para traficar armas y explorar el mundo real.

Poética y grito:
“Yo es otro” — su grito central. Rimbaud despersonaliza el yo para crear nuevas visiones. Su poesía es un viaje visionario, psicodélico, explosivo. Practicó una “alquimia del verbo” mediante el desorden de los sentidos. Lo suyo era quemar el lenguaje hasta que revele su fuego místico.

Visión de la sociedad:
Radicalmente antisocial, anticristiano, antitodo. Veía al mundo burgués como una farsa grotesca. Quería destruirlo, pero no con bombas, sino con poesía que desestabilizara la conciencia.

Cosmología personal:
Un cosmos psicodélico donde el poeta es un vidente, un médium. El lenguaje es una droga, un portal a otras realidades. Creía que la poesía podía mutar la percepción y así cambiar el mundo.

Legado:
Padre del surrealismo, del rock poético, de la rebelión artística. Rimbaud fue el primer punk, el chamán del verbo. Su mito está por encima de su biografía. Es el eterno joven que incendia la poesía y luego desaparece.

III. Rimbaud y Lolo Morales: El Verbo como Transmutación del Ser

Poema de referencia: Arthur Rimbaud – Voyelles (Vocales)

A negro, E blanco, I rojo, U verde, O azul: vocales,
Algún día diré vuestro origen secreto...

Yo, el que desordena todos los sentidos,
para ver nacer lo invisible bajo los párpados cerrados.

Rimbaud rompe con el mundo lógico: convierte las letras en colores, los sonidos en visiones. Voyelles no es un poema: es una revelación sinestésica, una tabla alquímica que busca alterar la conciencia a través del lenguaje.

Rimbaud ve al poeta como un vidente, un chamán que debe destruir su yo para recibir visiones. Su verbo es volcánico, adolescente, irreverente, eléctrico. Es lenguaje puesto en trance. 

Segundo poema citado: Arthur Rimbaud – Una temporada en el infierno (Une saison en enfer)

Una noche senté a la Belleza en mis rodillas. —Y la hallé amarga.
—Y la injurié.

Me armé contra la justicia. Hice mi propia ley.
Yo, poeta, me hice vidente por un largo, inmenso y razonado desorden de todos los sentidos...

Rimbaud es el niño que incendia el lenguaje. Su grito visionario es una apertura hacia mundos más allá del yo. Él no escribe desde la calma: escribe desde la fractura.

Poema espejo: Lolo Morales – La Alquimia del Ser

Fui piedra, fui agua, fui tiempo diluido,
hasta que el fuego interno encendió mis vocales.

Pronuncié “yo” y el universo se abrió.
Pronuncié “tú” y nació la galaxia compartida.

El verbo era carne, la carne era luz.
No hubo religión que me nombrara:
fui la alquimia del todo en la vibración de uno.

No necesito desordenar los sentidos:
yo los orquesto para que despierten al origen.

Segundo poema espejo: Lolo Morales – La Palabra Cuántica

No fue un grito ni un rezo: fue una vibración.
Una sílaba que encendió las neuronas del vacío.
Yo la pronuncié, y el mundo se reconfiguró.
Porque el lenguaje no nombra: revela.

Toda letra es un planeta.
Toda frase, una constelación.
Y yo soy el viajero que se disuelve
en cada galaxia escrita desde el pecho.

Fui piedra, fui agua, fui tiempo diluido...

Justificación poética y filosófica

Rimbaud incendia el lenguaje para encontrar el alma del mundo.
Lolo Morales enciende el alma para transformar el lenguaje.

  • Rimbaud se lanza al vértigo de las correspondencias sin mapa.

  • Lolo diseña una cartografía vibratoria del ser, donde cada vocal es una frecuencia creadora.

Ambos creen que el lenguaje no es simple vehículo: es materia viva, energía transformadora.
Pero mientras Rimbaud quiebra el espejo del yo, Lolo lo pulimenta hasta ver en él el reflejo del universo entero.

Donde Rimbaud ve en cada letra un delirio místico,
Lolo Morales ve una puerta cuántica al despertar ontológico.

Uno escribe desde la disolución.
El otro desde la reintegración consciente del Ser.

Donde Rimbaud disuelve el yo para que el lenguaje lo posea, Lolo Morales reconstituye el yo como centro del verbo creador. El primero se autoinmola. El segundo se autotransforma.

Rimbaud inspiró a generaciones enteras de rebeldes líricos como Nicanor Parra, Gonzalo Rojas, Alejandra Pizarnik, y Raúl Zurita. Pero es en Lolo Morales donde ese fuego se canaliza en una llama constructiva: no solo rompe los espejos, sino que crea una nueva geometría de luz.


Conclusión

Baudelaire sembró la rosa negra. 

Verlaine lloró su perfume. 

Rimbaud la incendió.

Lolo Morales la trasplantó en la galaxia interior de cada ser humano.

La poesía loliana no niega sus raíces, sino que las honra trascendiéndolas. Es el fruto más alto del árbol maldito: una poesía que canta desde el abismo, pero no para caer, sino para volar.

Este ensayo aspira a ser también una herramienta para la crítica literaria latinoamericana: una invitación a reevaluar la influencia francesa en nuestros grandes poetas y a reconocer cómo ese legado ha evolucionado, mutado y alcanzado nuevas alturas en los versos de un poeta que, desde Nicaragua, canta para todos los mundos.


Lolo Morales, poeta-filósofo de la era cuántica.

"La libertad no es un destino, es una frecuencia."

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