como
pollo rostizado doradas, duras, frescas
me
gustan sin panza, con el calzoncito repintado
repujado,
que
usen hilo dental con derrier impecable,
nalgas
como melones me gustan apretaditas
ahí
me siento a gusto
el
color es lo de menos
me
gustan altas, chaparritas, flaquitas, arqueadas,
como
esas empanadas rellenas de almíbar de coco
untadas
en mermelada de queso bañadas en cerveza,
o
champán,
me
fascina oler las flores cuando están tiernas
porque
solo tiernas despiden fragancia
con
sabor Cocó Chanel natural
Me
gusta jugar a las escondidas
hasta
que hierva la sangre
buscando
la piedra filosofal
de
la eterna juventud
esa
alquimia que entregan las almas encarnadas
en
cuerpos que hablan con ojos iridiscentes
que
con solo mirar hacen temblar rodillas
hasta
explotar como un loco borracho de adrenalina
al
más alto nivel, como el pavorreal o el ave del paraíso
que
cuando se suben sobre la hembra se esponjan de orgullo
Me
gustan los pipianes en flor solteras, viudas, abandonadas,
inocentes,
chayotitos tiernos, maltratadas, despreciadas,
desechadas,
ultrajadas por machos celosos borrachos
acomplejados
apaleadores de púberes indefensas
Me
gustan los brazos forrados con dulces tapices de mieles
de
algodón de azúcar con la dureza del más dulce de los aceros
achocolatados
en sus forros traseros como globos de titanio
con
pezones erguidos tan duros, tan altos, como los volcanes puntudos
de
mi tierra,
Me
gustan con vestido apretadito con faldas
que
vuelan como islas milenarias
cobijando
columnas de mármol
de
esas que sostienen los templos de las diosas griegas.
Ya
punzan doliendo las bolsas de arena líquida
blanca
fecunda a punto de reventar con solo sentirlas
olerlas
viéndolas así.
Me
gustan las musas sazonas que sean de esas les gusta
gozar
con poemas que llegan al alma versos, besos, caricias,
ternura,
sabiduría paciencia, experiencia,
generosidad
de un fauno en retiro.
Me
encantan las ninfas que aman el buen vino
de
cosechas antiguas ron añejado de sesenta
y
cuantos años envejecido con bouquet a Coñac Napoleón
con
olor a queso griego, con sabor a caviar
Me
enloquecen las Erinnias que adoran a los poetas contemporáneos
que
usan calzoncillos de hombre viejo, que saben amar, que saben cantar,
le
llegan al alma en primavera,
en
el gélido invierno,
en
el tostado verano,
en
el blanco otoño
Me
encantan esas que saben cuidar la siesta
del
mismo Dionisio
quisiera
seguir anhelando esa emulsión estelar del fulgor juvenil,
primavera
infinita que invita a la aventura recorriendo la novedad
de
un territorio inexplorado del amor.
Managua, noviembre 2012