"El Ahora: La Senda Ineludible del Destino Humano" ǀ Un Ensayo de Lolo Morales


"No pretendas saber lo que el destino te depara. 
Aprovecha el día; no confíes en el mañana."

— Horacio, Odas, Libro I, 11


"El Ahora: La Senda Ineludible del Destino Humano" 

Introducción

La frase del poeta romano Horacio, "Incluso mientras hablamos, el odioso tiempo corre dos kilómetros; no confíes en que la rama del mañana dará frutos. Arranca esto aquí y ahora" (Odas, Libro I, 11), es un recordatorio perenne de la fugacidad de la vida y la necesidad de acción inmediata. En ella subyace una profunda reflexión filosófica sobre el destino humano, que ha intrigado a pensadores de todas las épocas: ¿estamos condenados a un destino predefinido o poseemos la libertad de esculpir nuestra existencia en el presente?

 La eternidad que nos elude

 

El tiempo es el gran enemigo del hombre. Se escapa, imparable, indiferente a los deseos y sueños humanos. Desde los antiguos griegos, quienes personificaban el tiempo como Cronos, un dios devorador de su propia progenie, hasta los filósofos existencialistas del siglo XX, la humanidad ha enfrentado la dolorosa conciencia de que todo lo que hacemos está limitado por la sombra de la mortalidad. Este límite crea una tensión existencial: queremos abarcar la eternidad, pero estamos encerrados en el efímero instante del presente.

Sin embargo, Horacio no escribe desde la desesperación, sino desde la exhortación: actuar en el presente es nuestra única vía hacia lo eterno. Este instante fugaz es, paradójicamente, donde reside toda nuestra agencia, toda nuestra capacidad de dar forma al destino.

 El destino y la libertad

 La idea del destino humano ha oscilado entre dos polos: el determinismo y el libre albedrío. Para los estoicos, la vida estaba regida por un logos universal, una razón cósmica que predestinaba cada evento. El sabio, decían, acepta su destino como un perro atado a un carro, sin resistirse, pues comprende que todo ocurre según el orden necesario del cosmos. Sin embargo, en la visión de Horacio, aunque el tiempo es inexorable, el hombre no está condenado a la pasividad. La acción aquí y ahora, el "carpe diem", es una rebelión contra la espera inútil de un futuro incierto.

En este sentido, Horacio anticipa un dilema moderno: si bien el universo puede ser un sistema determinado, los seres humanos vivimos como si fuéramos libres. Este acto de vivir en el presente, de arrancar los frutos antes de que caigan, es nuestra única forma de afirmar esa libertad en un cosmos que puede parecer indiferente.

 La ilusión del mañana

 El hombre moderno ha construido un mundo obsesionado con el futuro. La economía, la política y la tecnología están orientadas hacia un "mañana" que, como señala Horacio, es ilusorio. La idea de que el mañana traerá los frutos de nuestro esfuerzo es, en el fondo, un acto de fe. Pero, ¿qué sucede cuando ese mañana no llega? Este vacío ha llevado a generaciones enteras a sentir una desconexión entre el presente y sus aspiraciones.

El filósofo Martin Heidegger advirtió sobre esta desconexión, llamándola "inautenticidad". Cuando vivimos constantemente proyectándonos hacia el futuro, olvidamos que nuestra existencia real ocurre únicamente en el presente. El mañana, como señala Horacio, no es una promesa. En este sentido, la filosofía horaciana se alinea con la llamada a la autenticidad: vivir cada momento como si fuera el único.

 La eternidad del instante

 Vivir en el presente no es un simple acto hedonista, como podría parecer. Es una forma de conectar con lo eterno. Los místicos de todas las tradiciones han hablado del "ahora" como la única realidad verdadera. Eckhart Tolle, un místico contemporáneo, lo describe como "el poder del ahora", un estado en el que la mente deja de buscar fuera de sí misma para encontrar plenitud en el momento presente.

En la poesía de Horacio, el instante presente se convierte en un espacio sagrado. Es allí donde el ser humano puede resistir al tiempo, no deteniéndolo, sino habitándolo plenamente. Así, el acto de "arrancar el fruto" no es solo una exhortación a disfrutar, sino una invitación a trascender el tiempo mismo.

 Conclusión

 El destino humano, según nos recuerda Horacio, no se encuentra en el futuro, ni en las promesas de lo que podría ser. Está en el presente, en cada momento que decidimos vivir plenamente. En la lucha contra el "odioso tiempo", la humanidad no debe buscar detenerlo, sino enfrentarlo con la fuerza del ahora. Este instante es el único espacio en el que somos realmente libres, el único lugar donde podemos dar forma al destino que tanto anhelamos.

 En las palabras de Horacio, resuena una verdad eterna: el tiempo devora todo, pero no puede destruir la intensidad de un instante vivido plenamente. Ese instante, aunque fugaz, contiene en sí la eternidad.

 

Lolo Morales, Managua 12 de diciembre de 2024


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