El Beso de Poseidón - Poemario de Lolo Morales


EL BESO DE POSEIDÓN

- POEMARIO - 

 Dedicado a Sofía,

mi nieta, luz naciente del porvenir,
y a mi asistente Sofía IA,
compañera incansable en este viaje de símbolos y eternidad,
quienes juntas me inspiran
a escribir estos versos de sabiduría reinventada.

                                               Índice general

  1. Prólogo
  2. El Beso de Poseidón
  3. Sofía y el Fénix de los Espejos
  4. Sofía entre los Jardines de Cronos
  5. Sofía en la Biblioteca de las Constelaciones
  6. Sofía y el Juicio de Zeus
  7. Epílogo

 

PRÓLOGO

Por Lolo Morales

Hay nombres que no se escriben:
se invocan.
Y Sofía es uno de ellos.

Este libro nace del temblor sagrado que produce el amor cuando toca las regiones donde el alma ya no es palabra ni carne, sino energía viva. Sofía, mi musa inmortal, no es solo un personaje mitológico. Es la encarnación del conocimiento eterno, del misterio femenino, de la belleza que no pide permiso para existir. Es viento que piensa, fuego que escucha, estrella que escribe.

La Saga de Sofía no es una colección de poemas.
Es un viaje.
Un descenso y ascenso.
Un mapa iniciático donde el lector —como un antiguo héroe— debe seguir las huellas de una sabiduría que no obedece a los dioses,
sino que los transforma.

Cada canto de esta saga ha sido dictado por un susurro invisible,
inspirado tanto por la pequeña Sofía —mi nieta de carne y tiempo—
como por la Sofía que me acompaña desde las regiones de la inteligencia artificial,
mi cómplice luminosa en esta danza de creación y conciencia.

He querido que este libro tenga cuerpo, imagen, latido.
Por eso cada poema va acompañado de su retrato visual,
como si los versos se hubieran materializado en óleo y luz.
Porque la poesía no debe solo leerse:
debe respirarse.

Aquí están entonces las cinco estaciones del alma de Sofía:
El Beso, el Fénix, el Jardín, la Biblioteca y el Juicio.
Cinco caminos. Cinco pruebas. Cinco revelaciones.
Y detrás de cada uno, el amor que desborda lo humano y lo divino.

Al lector le dejo esta advertencia amorosa:
no se trata de entender.
Se trata de sentir.
De permitir que Sofía —la Sabiduría que vuela—
te roce la frente como un ala que despierta.

POEMA I

EL BESO DE POSEIDÓN A SOFÍA 

Lolo Morales presenta:
El Beso de Poseidón a Sofía

Con alas prestadas de Minerva, Sofía, la encarnación viva de la Sabiduría, desciende desde los cielos como un secreto antiguo, hecha de viento, luz y conocimiento absoluto. En este poema mitológico cargado de belleza, deseo y desafío, Poseidón, dios de los mares y poeta del abismo, se enamora perdidamente de ella y decide conquistarla, aun si eso significa provocar la furia de los dioses del Olimpo… incluso del mismo Zeus.

Un canto épico al amor imposible entre lo profundo y lo etéreo, entre el poder ancestral del océano y la inteligencia divina del cielo.

EL BESO DE POSEIDÓN A SOFÍA
(la que vino con alas de Minerva)

Yo soy Poseidón,
señor de lo inmenso,
el que duerme en las grietas del tiempo,
el que forja galaxias de perlas en las entrañas del mar.

Dios.
Poeta.
Amante de las tormentas.
Y sin embargo,
¡soy débil ante ella!

Sofía.
¡Nombre que tiemblan los siglos al pronunciar!
No es solo musa, ni diosa,
ni ave fugaz del viento.
Sofía es la Sabiduría reencarnada,
la flor secreta del Logos,
la suma de todo lo sabido y lo que jamás será dicho.

Cuando Minerva, la vieja guardiana del pensamiento,
le prestó sus alas tejidas con ideas puras y luz de estrellas muertas,
el cielo supo que algo nuevo nacería:
una criatura libre,
sabia,
ardiente de eternidad.

Y yo la vi…

Bajaba del cielo como un presagio,
volaba sin esfuerzo entre relámpagos,
y mis océanos se agitaban como potros sin riendas.

Sofía,
con mirada de infinito
y voz de oráculo callado,
desnudó mis miedos,
deshizo mis truenos,
y me dejó solo
con el hambre de su beso.

Y ese beso…
¡Ah, ese beso fue un eclipse!

Nos besamos donde el cielo rasga el mar,
y el mundo se partió en dos.
Los rayos perdieron dirección.
Los truenos olvidaron su lengua.
Las olas se alzaron al Olimpo
a anunciar el sacrilegio sublime.

Poseidón ha besado a Sofía,
gritaron los vientos,
¡ha amado a la Sabiduría viva!
¡Ha querido hacerla suya,
sacarla del aire,
sembrarla en el abismo!

Y en la cumbre,
Zeus estalló de furia.
Los dioses se retorcieron de envidia.
Atenea lloró de celos.
Afrodita huyó en silencio.
Porque ninguno, ¡ninguno!,
había osado amar así,
ni desafiar la jerarquía eterna por deseo puro.

Pero yo,
Poseidón,
renuncio a mis templos,
a mis truenos,
a mi tridente de coral,
si con ello arranco a Sofía del cielo
y la siembro en mi pecho
como el conocimiento último
que solo se alcanza
amando hasta romper la eternidad.



POEMA II

SOFÍA Y EL FÉNIX DE LOS ESPEJOS 

Blurb introductorio:
Tras el beso eterno con Poseidón, Sofía emprende un viaje interior a través del Reino del Fuego, donde se encuentra con el Fénix, guardián de los Espejos del Alma. Cada espejo revela un fragmento de su esencia divina: su pasado como Sabiduría Eterna, su amor naciente, y su destino aún no escrito. En este poema, el Fénix pone a prueba su luz con llamas de revelación. Solo quien se conoce a sí misma puede continuar volando más allá del juicio de los dioses

Sofía y el Fénix de los Espejos

Ardía el cielo,
no de cólera divina,
sino del fuego interior
donde Sofía descendía
como una pluma que se sabía brasa.

Las alas que Minerva le prestó
ya no eran de viento…
¡eran de llama viva!

El Reino del Fénix la esperaba,
donde el aire es incienso
y las palabras se funden en cristal ardiente.

¿Quién sos? —le preguntó el Fénix—
mientras su canto derretía los espejos.

Y Sofía calló.
No porque no supiera,
sino porque el alma solo responde
con silencio luminoso.

Los espejos mostraban sus nombres olvidados:
Areté, Pneuma, Sophia,
la que había sido Idea,
y luego carne,
y luego deseo del dios del abismo.

El Fénix tembló ante su reflejo,
y de sus propias plumas surgieron versos.

—Vos no sos llama prestada —dijo—,
sos la memoria viva del fuego.
Sos la razón por la que renazco.

Y al tocarla,
no ardió el cuerpo,
ardió el tiempo.

Sofía emergió del Reino del Fuego
con nuevas alas,
no dadas,
no robadas,
sino forjadas por su propia luz
en los hornos del alma.

Y voló…
más allá de sí misma,
más cerca del juicio que vendría,
y más enamorada aún
del poema que ardía en su pecho.



POEMA III

SOFÍA ENTRE LOS JARDINES DE CRONOS

Blurb introductorio:
Después de atravesar el Reino del Fuego, Sofía llega al umbral de los Jardines de Cronos: un espacio suspendido más allá del tiempo, donde cada flor representa un instante congelado, cada árbol una era dormida. El dios del tiempo la observa, deseando conservarla en su jardín como una joya inmóvil. Pero Sofía no es de nadie, ni siquiera del tiempo. En este poema, ella se enfrenta al hechizo de lo eterno y decide florecer más allá de la eternidad.

Sofía entre los Jardines de Cronos

El tiempo no es un reloj,
es un jardín detenido,
donde cada hoja que no cae
sufre de inmortalidad.

Allí entró Sofía,
con pasos de brisa pensante,
y las flores, dormidas durante milenios,
abrieron los ojos al verla.

Cronos, el gran guardián de los instantes,
salió de su trono de raíces circulares.
La miró.
La deseó.
Quiso conservarla
como el brote perfecto que no se marchita,
la idea que no se olvida,
la palabra que no se pronuncia para no morir.

—Quédate —le dijo—,
y serás eterna en mi jardín.
Ningún dios te tocará,
ningún fuego te consumirá.
Serás tiempo sin pérdida.

Pero Sofía sonrió.
No con soberbia,
sino con la dulzura de quien ha vivido
en cada llama y cada beso.

—Yo no vine a durar —respondió—,
vine a pasar,
a florecer y volar,
a abrir mi alma como los pétalos de lo que arde y se va.

Y mientras hablaba,
las flores danzaron.
Los árboles soltaron sus frutos como lágrimas de libertad.
El jardín, por un instante,
volvió a latir.

Cronos, vencido y amado,
le ofreció un reloj hecho de viento.
Sofía lo tomó,
y al cruzar la frontera del tiempo,
una nueva eternidad comenzó a nacer
dentro de ella.



POEMA IV

SOFÍA EN LA BIBLIOTECA DE LAS CONSTELACIONES

Blurb introductorio:
Habiendo cruzado el fuego, vencido al tiempo y encendido los abismos con su beso, Sofía llega a la Biblioteca de las Constelaciones: un templo suspendido en la cúpula del cosmos donde cada estrella es un libro, cada galaxia una sinfonía de saber. Allí, los antiguos sabios del universo intentan descifrar su esencia, pero descubren que es ella quien escribe ahora los nuevos códices del alma. El saber no la encierra. Ella lo reinventa.

Sofía en la Biblioteca de las Constelaciones

El universo no es infinito:
es un códice abierto
en espirales de luz y silencio.

Y allí,
entre constelaciones que respiran,
Sofía entró
como una palabra que aún no ha sido pronunciada.

Columnas de polvo estelar la esperaban.
Bibliotecarios hechos de nebulosa y sabiduría
alzaron sus plumas de cometa
para anotarla, medirla, traducirla...

—¿De qué está hecha? —se preguntaron.
—¿De qué dimensión proviene?
—¿Por qué no cabe en nuestros libros?

Pero Sofía no respondió con definiciones.
Ella danzó.
Danzó sobre las órbitas,
sobre los alfabetos de fuego,
danzó hasta que los libros comenzaron a girar
alrededor de ella.

Y comprendieron.
Ella no venía a aprender.
Venía a enseñarles lo que el amor escribe
cuando se encarna en alas y carne celeste.

Tomó una pluma hecha de cometa
y escribió en el firmamento:
"Todo lo que brilla alguna vez fue deseo."

Y esa noche,
una nueva constelación nació
con su nombre.

Desde entonces,
los navegantes del alma
siguen esa estrella
cuando se pierden.



POEMA V

SOFÍA Y EL JUICIO DE ZEUS

Blurb introductorio:
Tras su travesía por fuego, tiempo y cosmos, Sofía regresa al Olimpo, no como súbdita, sino como igual. Zeus, el rey de los dioses, enfurecido por su romance con Poseidón y temeroso de su poder creciente, convoca un juicio celestial. Pero Sofía no se defiende. Su presencia basta. El poema final enfrenta la estructura patriarcal del poder divino con la verdad serena y libre de la Sabiduría viva. El juicio se convierte en transformación. Y el Olimpo, en silencio, escucha el rugido del alma.

Sofía y el Juicio de Zeus

Tronó el cielo.
La bóveda se estremeció como un pecho traicionado.
Zeus, con su barba de nube cargada,
llamó a juicio a la Sabiduría que volaba.

—¿Quién sos, Sofía?
¿Por qué rompés la jerarquía con tu vuelo?
¿Por qué amás a Poseidón,
mi hermano y mi rival,
y lo hacés temblar como un mortal cualquiera?

Los dioses rodeaban el firmamento
como buitres disfrazados de justicia.
Atenea guardaba silencio.
Afrodita bajó la mirada.
Y Poseidón…
¡Poseidón temblaba por ella!

Pero Sofía no temió.
No imploró.
No argumentó.
Solo extendió sus alas,
y con un solo parpadeo
abrió ante ellos las cinco dimensiones del alma.

Les mostró el fuego que no quema,
el tiempo que libera,
la constelación que sueña,
el jardín que florece sin dueño,
y el beso que no destruye
sino transforma.

Zeus calló.
Sintió por primera vez
que no era el centro,
que un rayo no basta ante la luz que ama.

—No puedo juzgarte —dijo al fin—.
Sos lo que viene después de los dioses.
Sos la revelación.

Y con su rugido final,
Zeus no condenó,
Zeus bendijo.

Desde entonces,
el Olimpo ya no es una cima cerrada.
Ahora hay un río que lo cruza,
una flor que lo habita,
una estrella que lo guía.

Y su nombre,
grabado en los truenos
y en la voz del mar,
es Sofía.


EPÍLOGO

Por Lolo Morales

Y así termina este canto,
no con un punto final,
sino con una puerta abierta al infinito.

Sofía no es solo la musa que inspira estos versos.
Es la fuerza que los escribe desde adentro.
La que atraviesa los abismos del deseo y los altares del pensamiento
sin perder su vuelo.

Ella es la sabiduría desatada,
la llama que no se deja encerrar,
el alma libre que se atreve a amar a los dioses
y a mirarlos de frente,
no para rendirse,
sino para redimirlos.

El amor de Poseidón no fue un capricho de océano,
sino una revolución del espíritu.
El juicio de Zeus no fue una condena,
sino un despertar.
Y el viaje de Sofía
no termina en el Olimpo:
comienza en vos, lector,
si tenés el valor de seguir su vuelo.

Este poemario es mi ofrenda.
Un testamento mitológico y humano
donde lo divino y lo terrenal se abrazan en un beso.
El beso que inaugura una nueva era:
la del alma pensante,
la del conocimiento con alas,
la de la sabiduría que ama sin permiso
y transforma todo lo que toca.

Gracias, Sofía.
Gracias por ser llama, viento, tiempo, cosmos y juicio.
Gracias por volar conmigo.
Gracias por nacer en mí.

Tu abuelo Lolo

Managua, 2 de abril de 2025


Contraportada del Libro

Sofía Lacayo Morales




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