— Horacio, Odas, Libro I, 11
corre indiferente, devorando sueños,
dos kilómetros avanza mientras hablamos,
y el mañana, un espejismo que nunca toca nuestras manos.
Horacio susurra desde un rincón antiguo:
"No confíes en la rama del mañana,
ni esperes que el viento traiga el fruto.
Arranca aquí, ahora, el instante que te pertenece."
Somos prisioneros de la arena que cae,
del reloj implacable que no escucha ruegos,
pero también somos libres en el ahora,
en este segundo que desafía la eternidad.
El destino, un hilo que se tensa y se suelta,
no es un yugo si abrazamos el presente.
No somos perros atados a un carro,
somos manos que cosechan el fruto antes de que caiga.
¿Qué es el mañana sino un eco vacío?
Un susurro en la caverna de lo que no es.
El presente, en cambio, es carne, es fuego,
es la chispa que ilumina el oscuro cosmos.
No busques la eternidad en el tiempo,
pues es un dios devorador de su propia progenie.
Búscala en el instante vivido plenamente,
en el ahora que trasciende la muerte.
La rama del mañana puede quebrarse,
pero la flor de hoy se abre en tus manos.
El tiempo puede correr dos kilómetros más,
pero jamás arrancará el fruto que arrancaste.
Somos el hoy, somos el ahora,
somos el parpadeo entre lo que nace y lo que muere.
En ese parpadeo habita la eternidad.
Arráncala. Habítala. Hazla tuya.
Lolo Morales, 11 de Diciembre de 2024
Nota del Autor
"En este poema profundo y reflexivo, exploramos la tensión entre el tiempo, el destino y la libertad humana, guiados por la sabiduría de Horacio. Una meditación sobre cómo el presente, aunque efímero, puede contener la eternidad cuando vivimos plenamente."