Camina entre sombras el guardián del verbo,
portando en su mano una pluma de fuego,
y en su alma, un himno de eternidad.
portando en su mano una pluma de fuego,
y en su alma, un himno de eternidad.
No hay tregua en su paso; su misión es divina:
salvar a la poesía de su propia caída.
salvar a la poesía de su propia caída.
Sabe que un poema es más que palabras,
es un canto tejido con hilos del alma,
una flor que respira la luz del universo,
o un niño que nace del dolor y la gloria.
¿Acaso el poeta no es también un creador,
un eco imperfecto de aquel que dio el verbo?
Oh, musa eterna, la primera creación divina,
Eva, la chispa de todo lo que inspira,
sin vos, el poeta sería un hombre común,
una sombra sin fuego, un río seco,
una voz muda en el vasto silencio.
En tu susurro vive la fuerza del génesis,
el latido que despierta la palabra dormida.
El exterminador avanza,
y donde encuentra versos muertos, los destruye.
No por odio ni venganza, sino por amor al arte puro.
Sabe que la poesía no es juego trivial,
ni el suspiro vano de los días comunes.
Es un rayo que ilumina la noche del alma,
una joya pulida en la fragua del espíritu.
Cada poema debe ser cántico sagrado,
un puente entre el hombre y lo infinito.
El verso sin alma no canta, no vibra,
no toca el pecho de las musas ni la piel de Dios.
El exterminador corta lo vano como maleza,
dejando solo el campo fértil para lo eterno.
dejando solo el campo fértil para lo eterno.
¡Oh!, poeta, torre de Dios,
pararrayo del infinito,
¿cómo permitís que tus palabras caigan al suelo,
vacías de fuego, carentes de gloria?
Escribí con la tinta de tu sangre,
con el pulso del universo en tu mano.
No busqués rimas por placer,
buscá belleza, ritmo, y el espíritu que trasciende.
La poesía no es receta,
no es banalidad ni novelería efímera.
Es el susurro de las musas,
es el gemido del espíritu al tocar lo divino.
Es un río de lava que arrasa y redime,
un aliento que cura y un fuego que purifica.
El exterminador lo sabe,
su misión es ardua, pero necesaria.
Cada palabra vacía es un eco muerto,
una grieta en el universo,
un cántico sin alma que ensordece a las estrellas.
Por eso destruye lo vano,
y lo reemplaza con el fulgor de lo eterno.
Musas del poeta, hijas del Creador,
danza divina entre lo humano y lo celestial,
¿qué sería del poeta sin vuestro beso?
Vosotras sois las tejedoras del arte sublime,
las guardianas de la inspiración inmortal.
Cuando un poeta os escucha,
crea palabras que acarician la piel de Dios,
y en esas palabras vive el esplendor del alma.
Cada verso del exterminador es una plegaria,
un canto elevado al altar de lo infinito.
No escribe para el hombre común,
escribe para la eternidad,
para las estrellas que guardan la memoria del cosmos.
Así avanza, implacable,
como una sinfonía que inicia en un susurro
y culmina en un estallido de gloria.
Cada palabra que redime despierta un cántico,
una melodía que sacude los cielos.
El exterminador de la mala poesía
no destruye: purifica, salva, consagra.
no destruye: purifica, salva, consagra.
Y en su marcha, deja tras de sí
un campo fértil donde florecen los versos inmortales,
los que tocan las fibras más íntimas de las musas,
y las fibras de Dios.
un campo fértil donde florecen los versos inmortales,
los que tocan las fibras más íntimas de las musas,
y las fibras de Dios.
Poeta Lolo Morales
Altos de Villa Fontana, Managua, 3 de diciembre 2024