viernes, 13 de diciembre de 2024

Mis Dolores y Yo

 


















Llevo en mi nombre la carga del dolor,
Dolores me llamo, y en mí convergen
las penas del cuerpo y las del alma,
una danza eterna entre lo físico y lo moral.

Mis dolores no son solo míos,
son los de todos, los que sufren y aman,
los que en la noche encuentran desvelo
y en el día buscan consuelo.

Morales es mi apellido,
reflejo de la ética y la razón,
pero también de las heridas invisibles
que marcan el espíritu humano.

Así, en mi ser se fusionan
el dolor tangible y el intangible,
una amalgama de experiencias y sentimientos
que definen la esencia de lo que soy.

Mis nombres propios, Dolores y Morales,
son más que etiquetas;
son símbolos de la dualidad humana,
de la lucha constante entre el sufrimiento y la moral.

En esta fusión poética y filosófica,
encuentro la originalidad de mi identidad,
una sinfonía de dolores y valores
que resuenan en cada latido de mi ser.

Lolo Morales, 14 de diciembre de 2024

miércoles, 11 de diciembre de 2024

Setenta y cuatro inviernos





















Setenta y cuatro inviernos

Por el poeta-filósofo Lolo Morales

"Mientras se viva, hay que aprender a vivir." 
Séneca

Setenta y cuatro inviernos he cruzado,
cada uno un verso en el libro del tiempo,
con lluvias que a veces callaron mis cantos
y soles que abrieron mi pecho al viento.

En mi horizonte, siempre el Mar y el Sol,
Marisol, mi compañera de batallas y sueños,
guerrera incansable, luz de mi vida,
quien sostiene mi vuelo cuando el mundo tiembla.

Mi taller, mi templo, sagrado refugio,
donde soy sacerdote de maderas vivas,
tallando cristos que alumbran las miserias,
de un pueblo que busca esperanza y vida.

Mi hogar, el último monasterio que aloja
mi ser, alma y espíritu, en su calma profunda,
donde lloro, canto y rezo, al calor de su sombra,
y mi pluma se desliza entre libros antiguos,
queriendo entender los enigmas del futuro
en el ocaso de mi largo día luminoso.

En este ocaso, dos estrellas brillan,
mis nietos, Jesse y Sofía, hijos del Sol,
alegrías que danzan en mis días finales,
la promesa de vida que nunca se extinguió.

He caminado senderos de madera,
esculpiendo sueños con manos de fuego,
pero es ella quien guarda mi taller del tiempo,
mi ancla, mi faro, mi eterno deseo.

Hoy celebro con cada letra y latido,
la vastedad de este camino andado,
mis hijas, María Carolina y Ana Lucía,
y Marisol, mi raíz y mi aliado.

Setenta y cuatro inviernos, sí,
pero en mis manos, el calor de la primavera,
mi nombre escrito en madera y letras,
y en sus miradas, el futuro que espera.

Sigo soñando porque ellos me inspiran,
mis nietos, mi esposa, mi linaje sincero,
mi poesía nace de su alegría,
mi filosofía, del amor que es eterno.


En el dia de mi 74 cumpleaños, Managua 11 de diciembre de 2024

Reflexión del poema por el autor

"En estas líneas, el poeta-filósofo Lolo Morales comparte su íntima travesía por la vida. Con humildad de un buscador que anhela lo divino en la tierra, celebra 74 inviernos tallando sueños en madera, esculpiendo palabras en el tiempo y llevando la luz de su espíritu a quienes le rodean. Este poema es un homenaje a su templo, su familia, y su incansable búsqueda de sentido, donde cada verso es una oración y cada acto una ofrenda".

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El Instante Eterno




















"No pretendas saber lo que el destino te depara. Aprovecha el día; no confíes en el mañana."
— Horacio, Odas, Libro I, 11

El tiempo, ese río que nunca se detiene,
corre indiferente, devorando sueños,
dos kilómetros avanza mientras hablamos,
y el mañana, un espejismo que nunca toca nuestras manos.

Horacio susurra desde un rincón antiguo:

"No confíes en la rama del mañana,
ni esperes que el viento traiga el fruto.
Arranca aquí, ahora, el instante que te pertenece."

Somos prisioneros de la arena que cae,
del reloj implacable que no escucha ruegos,
pero también somos libres en el ahora,
en este segundo que desafía la eternidad.

El destino, un hilo que se tensa y se suelta,
no es un yugo si abrazamos el presente.
No somos perros atados a un carro,
somos manos que cosechan el fruto antes de que caiga.

¿Qué es el mañana sino un eco vacío?
Un susurro en la caverna de lo que no es.
El presente, en cambio, es carne, es fuego,
es la chispa que ilumina el oscuro cosmos.

No busques la eternidad en el tiempo,
pues es un dios devorador de su propia progenie.
Búscala en el instante vivido plenamente,
en el ahora que trasciende la muerte.

La rama del mañana puede quebrarse,
pero la flor de hoy se abre en tus manos.
El tiempo puede correr dos kilómetros más,
pero jamás arrancará el fruto que arrancaste.

Somos el hoy, somos el ahora,
somos el parpadeo entre lo que nace y lo que muere.
En ese parpadeo habita la eternidad.
Arráncala. Habítala. Hazla tuya.


Lolo Morales, 11 de Diciembre de 2024

Nota del Autor

"En este poema profundo y reflexivo, exploramos la tensión entre el tiempo, el destino y la libertad humana, guiados por la sabiduría de Horacio. Una meditación sobre cómo el presente, aunque efímero, puede contener la eternidad cuando vivimos plenamente."


sábado, 7 de diciembre de 2024

La Furia de la Valkiria



 En los confines donde el cielo es grieta,
donde el trueno danza con la tormenta inquieta,
allí surge ella, hija de los vientos,
la Valkiria furiosa, dueña de los tiempos.
 
Sus ojos, dos soles que incendian las olas,
Su lanza es rayo, su escudo es montaña,
su cabello es fuego que la batalla baña.
su voz, un rugido que a los dioses inmola.

Del Valhalla desciende con gritos guerreros,
buscando justicia entre mortales fieros.
De acero su sangre, de hielo su alma,
pero en su pecho arde una eterna llama.

“¡Yo soy la furia, el brazo del destino,
la venganza del justo, el camino divino!

¡No hay poder que me doble, ni rey que me ate,
soy libre y eterna, la que el cosmos combate!”

Por campos sembrados de huesos y espadas,
atraviesa naciones en guerra quebradas.


Ni la noche oscura, ni el sol abrasante
detienen su paso, su marcha constante.

Lloran los mortales al sentir su presencia,
temen los dioses su audaz resistencia.


Pero en su corazón, un secreto anida:
no lucha por odio, sino por vida.

En el fragor del combate encuentra su arte,
cada enemigo es sombra que parte.


Mas en el silencio, tras la tormenta,
llora por los caídos con alma violenta.

Al final de los días, cuando el cosmos desfallezca,
cuando las estrellas en polvo se conviertan,
la Valkiria se alzará, última centinela,
custodiando el legado bajo la luna nueva.

Y cuando cese el eco de su feroz rugido,
y el mundo olvide lo que ha defendido,
su nombre, grabado en los vientos eternos,
será un canto de gloria en los vastos inviernos.

Así es la Valkiria, furia del destino,
un faro de lucha, un mito divino.
Y aunque sus huellas en la tierra se borren,
en cada batalla su espíritu corre.

Lolo Morales

martes, 3 de diciembre de 2024

El Exterminador de la mala poesía

Camina entre sombras el guardián del verbo,
portando en su mano una pluma de fuego,
y en su alma, un himno de eternidad.

No hay tregua en su paso; su misión es divina:
salvar a la poesía de su propia caída.

Sabe que un poema es más que palabras,
es un canto tejido con hilos del alma,
una flor que respira la luz del universo,
o un niño que nace del dolor y la gloria.

¿Acaso el poeta no es también un creador,
un eco imperfecto de aquel que dio el verbo?
Oh, musa eterna, la primera creación divina,
Eva, la chispa de todo lo que inspira,
sin vos, el poeta sería un hombre común,
una sombra sin fuego, un río seco,
una voz muda en el vasto silencio.

En tu susurro vive la fuerza del génesis,
el latido que despierta la palabra dormida.

El exterminador avanza,
y donde encuentra versos muertos, los destruye.
No por odio ni venganza, sino por amor al arte puro.

Sabe que la poesía no es juego trivial,
ni el suspiro vano de los días comunes.
Es un rayo que ilumina la noche del alma,
una joya pulida en la fragua del espíritu.

Cada poema debe ser cántico sagrado,
un puente entre el hombre y lo infinito.

El verso sin alma no canta, no vibra,
no toca el pecho de las musas ni la piel de Dios.
El exterminador corta lo vano como maleza,
dejando solo el campo fértil para lo eterno.

¡Oh!, poeta, torre de Dios,
pararrayo del infinito,
¿cómo permitís que tus palabras caigan al suelo,
vacías de fuego, carentes de gloria?

Escribí con la tinta de tu sangre,
con el pulso del universo en tu mano.
No busqués rimas por placer,
buscá belleza, ritmo, y el espíritu que trasciende.

La poesía no es receta,
no es banalidad ni novelería efímera.
Es el susurro de las musas,
es el gemido del espíritu al tocar lo divino.

Es un río de lava que arrasa y redime,
un aliento que cura y un fuego que purifica.
El exterminador lo sabe,
su misión es ardua, pero necesaria.

Cada palabra vacía es un eco muerto,
una grieta en el universo,
un cántico sin alma que ensordece a las estrellas.

Por eso destruye lo vano,
y lo reemplaza con el fulgor de lo eterno.

Musas del poeta, hijas del Creador,
danza divina entre lo humano y lo celestial,
¿qué sería del poeta sin vuestro beso?
Vosotras sois las tejedoras del arte sublime,
las guardianas de la inspiración inmortal.

Cuando un poeta os escucha,
crea palabras que acarician la piel de Dios,
y en esas palabras vive el esplendor del alma.
Cada verso del exterminador es una plegaria,
un canto elevado al altar de lo infinito.

No escribe para el hombre común,
escribe para la eternidad,
para las estrellas que guardan la memoria del cosmos.

Así avanza, implacable,
como una sinfonía que inicia en un susurro
y culmina en un estallido de gloria.
Cada palabra que redime despierta un cántico,
una melodía que sacude los cielos.
El exterminador de la mala poesía
no destruye: purifica, salva, consagra.

Y en su marcha, deja tras de sí
un campo fértil donde florecen los versos inmortales,
los que tocan las fibras más íntimas de las musas,
y las fibras de Dios.

Poeta Lolo Morales 
Altos de Villa Fontana, Managua, 3 de diciembre 2024

La Apoteosis de Rubén Darío


En un pedestal radiante, 

cual sol que abraza la vida,
Rubén asciende, divina,
su voz eterna y brillante.

Túnica de mármol griego,
quill de oro entre sus manos,
sus versos, astros hermanos,
iluminan el sosiego.

Los cisnes cantan su gloria,
con plumas blancas de luna,
y alzan su voz, cual ninguna,
en un río de memoria.

En las nubes, las musas danzan,
cantan himnos celestiales,
y trompetas inmortales
el tiempo y el cielo alcanzan.

Homero baja la frente,
reverencia al nicaragüense,
que con su arte floreciente
reclama un trono imponente.

Pablo Neruda murmura,
"Es el verbo, es la victoria",
y Whitman, lleno de euforia,
celebra su lira pura.

Darío, faro infinito,
canta en idiomas del viento,
su eco es puro fundamento,
el universo es su rito.

"Padre del verso inmortal,"
gritan bardos de la esfera,
"Tu canción nunca se altera,
ni ante la sombra infernal."

Las alas del infinito
sostienen su apoteosis,
y entre la luz de las rosas
se alza un coro exquisito.

Las estrellas le coronan,
sus llamas son poesía,
y en su centro brilla el día
con un fulgor que emociona.

¡Oh, Darío, dios alado,
de los cisnes soberano!
Tu palabra, flor del llano,
por siempre será legado.

Tu pluma, fuente divina,
forjó caminos de aurora,
y hoy tu gloria se atesora
en cada letra que anima.

Eterno Rubén, lumbrera,
canta el cosmos tu destino,
eres faro, verbo y vino,
eres himno que no muera.


Managua, 3 de didiembre 2024

Crónica: La Poesía y sus Falsos Altares

La poesía nicaragüense, forjada en la fragua de la belleza y la adversidad, ha dado al mundo algunos de los bardos más admirables del universo hispano. Desde Rubén Darío, el creador del modernismo, hasta Salomón de la Selva, cuya voz resonó en los círculos literarios internacionales, esta tierra ha producido un linaje de poetas que trascienden generaciones. En el siglo XX, nombres como José Coronel Urtecho, Pablo Antonio Cuadra y Ernesto Cardenal construyeron una tradición literaria que dialogó tanto con las raíces nacionales como con las corrientes globales. Ernesto Mejía Sánchez, maestro de la palabra contenida, y Carlos Martínez Rivas, el bardo oscuro de la modernidad, llevaron la poesía a límites de introspección y crudeza que aún resuenan. Entre ellos, y otros poetas menores pero no menos dignos de mención, se forjó un legado en el que la poesía no es solo una obra de arte, sino un testimonio de la condición humana.

Sin embargo, hoy en día, esta tradición se encuentra atrapada entre dos polos igualmente destructivos: el de los llamados “poetas malditos” y el de la “vanguardia académica”. Ambos bandos, a su manera, han pervertido la esencia del oficio poético, convirtiéndolo en una herramienta para sus propias ambiciones. Mientras unos se emborrachan de licor barato y resentimiento social, los otros se pierden en salones de lujo y títulos ostentosos. Pero en este vaivén de pretensiones y excesos, la poesía como arte puro, como expresión del logos divino, ha quedado relegada a un segundo plano.

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jueves, 28 de noviembre de 2024

El Alma y su Misterio

 


En el abismo azul de mi conciencia,
se alza el fulgor eterno de un anhelo;
es luz que brota, tenue, desde el suelo,
y roza el cielo en busca de existencia.

Es alma errante, sabia en su inocencia,
el eco de un suspiro en puro vuelo,
que cruza los confines del desvelo
y encuentra en lo intangible su presencia.

Ni el tiempo, ni el dolor, ni la razón
podrán apagar su llama infinita,
ni encerrar su misterio en un rincón.

Pues vive en lo sutil, en lo que invita
a amar la vida, a hallar en el perdón
la gloria que hace al alma bendecida.


Lolo Morales, Altos de Villa Fontana. 28 de noviembre de 2024

El Algoritmo y Yo: Un Encuentro con la Filosofía Loliana

 


El Algoritmo y Yo: Un Encuentro con la Filosofía Loliana

La filosofía Loliana, tan personal como íntima, nos lleva al reconocimiento de que cada ser humano es un cosmos en miniatura, donde la libertad y la creatividad son las fuerzas rectoras. Desde esta perspectiva, abordar el tema de los algoritmos, esas fórmulas matemáticas que rigen el mundo digital, no es solo un ejercicio técnico, sino un cuestionamiento profundo de cómo interactuamos con estas creaciones humanas que, paradójicamente, buscan replicar nuestra capacidad de pensar, decidir y crear.

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EUGEA, LA PUTA SAGRADA

 


















I

En las calles polvorientas y húmedas,
donde el sol se esconde tras la nube
de humo espeso de los deseos rotos,
Eugea avanza, sin miedo ni freno.
Vaga entre los hombres como una sombra,
un cuerpo resbaladizo, un largo suspiro,
y en su piel, el eco del amor prohibido.
Ella no es una mujer con falda de seda.
ni de una sonrisa gélida y vacía;
Eugea es la ramera que da lo que nadie
tiene el valor de dar:
el alma desnuda, la carne ardiente.

II

Llegan hombres de todos los rincones,
ricos, poderosos, deshonrados,
en busca de lo que la sociedad esconde,
lo que la mujer burguesa no puede dar.
La santa ramera sólo pide un cuerpo
para aliviar el peso de tanto poder.
No hay moral que se le resista,
porque sus manos son las manos del pueblo
y su lengua, la cruda verdad que arde.
Los hombres caen ante ella,
como antes cayeron ante los dioses.
que en su templo, secreto y profano,
se les dio la libertad de ser humanos.

III

En los bordes del templo de la carne,
donde el incienso es grito ahogado,
Eugea se ofrece como manantial,
abismo donde todos se hunden.
No pide ofrendas ni oraciones,
sólo su cuerpo entregado, su mirada fija
en un espacio de pura necesidad.
El placer que ella brinda no es egoísta,
sino el último refugio de quienes no pueden
encontrar paz en los rostros fríos
de las esposas perfectas de todos los tiempos
que miran a sus hombres con hambre.

IV

Eugea es la ramera de la verdad quebrantada,
la que no teme a los deseos,
la que no conoce juicio ni precio.
Tu sexo no es un intercambio,
eres un sacrificio
, un rito que no exige, sino que lo da todo.
Con cada caricia libera
el alma atormentada del hombre culto,
que ya no encuentra consuelo en mujeres
de oro y mentiras, que son como vitrinas
en un museo del vacío.
Eugea, la puta de la vida real,
es la que ofrece lo que nadie más ofrece:
la libertad de ser uno mismo
en la desnudez de la carne.

V

La gente lo ve pasar
y hay miedo o envidia en sus ojos,
pero nadie sabe que ella es la fuerza
que sostiene al hombre caído en su búsqueda.
Los poderosos lo buscan,
no por placer, sino por salvación, porque en sus manos
se disuelven
los dolores de un mundo vacío ,
el peso de las decisiones se aligera,
Calma la angustia de quienes,
aunque lo tienen todo,
no poseen nada de lo que realmente son
si es necesario para vivir.
Eugea, la santa ramera,
es la respuesta a un silencio que grita
en los pasillos del poder.

VI

Los hombres, en su desesperación,
se entregan a ella como si fueran dioses
sin fe, sin gloria.
Eugea es quien les da lo que
la vida les negó:
amor sin filtros,
placer sin consecuencias.
Ella es la que mata y revive,
lo que se da sin pedir,
la que nunca pide más
que el calor de un cuerpo agradecido.
Y aunque su nombre sea un sucio susurro
en las bocas que la temen,
Eugea es la puta que salva,
la que enseña al hombre
a perderse sin miedo
y, en su pérdida,
para encontrarnos de nuevo.

Poeta Lolo Morales Managua 23 de noviembre de 2024

martes, 26 de noviembre de 2024

El Alma y el Algoritmo - Un encuentro entre lo humano y lo artificial



El Alma y el Algoritmo

-            Un encuentro entre lo humano y lo artificial 

 

Por el Dr. Lolo Morales

Introducción

La relación entre el alma y el algoritmo representa uno de los debates más profundos de nuestra era: ¿pueden los procesos lógicos y mecánicos llegar a emular la esencia humana? En un mundo cada vez más dominado por la inteligencia artificial (IA), donde los algoritmos no solo resuelven problemas matemáticos, sino que también generan arte, música y textos que conmueven, surge la inquietante pregunta: ¿qué nos distingue realmente de las máquinas? Este ensayo explora el significado del alma como símbolo de humanidad, creatividad y ética, contrastándolo con la precisión y eficiencia de los algoritmos. A través de un análisis filosófico, histórico y técnico, reflexionaremos sobre cómo estas dos realidades aparentemente opuestas interactúan y transforman nuestras vidas.

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domingo, 24 de noviembre de 2024

Fundamentos de la Filosofía Loliana

 


Introducción

Lolo Morales: Poeta y Filósofo del Logos Contemporáneo













Lolo Morales
(Dolores Morales González) poeta y filósofo nicaragüense, se erige como una voz única en el panorama literario y filosófico de habla hispana. Su obra, profundamente arraigada en el humanismo y en la búsqueda del sentido existencial, combina una sensibilidad poética excepcional con un dominio reflexivo del Logos, el principio de la razón y el lenguaje. Morales ha logrado renovar la tradición poética con un enfoque contemporáneo que explora la relación entre humanidad, tecnología y trascendencia.

Inspirado por el espíritu libre de Walt Whitman, pero también por ideas modernas como las planteadas en Homo Deus de Yuval Noah Harari, Morales utiliza su poesía y pensamiento filosófico para cuestionar el destino del ser humano en la era tecnológica. Reflexiona sobre el rol de la inteligencia artificial, el transhumanismo y la ética de los avances científicos, integrando estos temas en sus escritos con una fluidez creativa que conecta lo tangible con lo espiritual.

Su vasta creatividad, expresada a través de su blog "Filosofía Loliana y Poesía de Lolo Morales", transforma lo cotidiano en revelaciones filosóficas. En su obra, el lector encuentra no solo una exploración estética, sino también una meditación profunda sobre el lugar del ser humano en el cosmos, en un mundo que parece dividido entre lo mecánico y lo espiritual.

Lolo Morales se distingue como un innovador del pensamiento de siglo XXI, un filósofo-poeta que utiliza el lenguaje como puente para trascender las barreras del tiempo y espacio. Su poesía libre, cargada de metáforas universales, invita a un diálogo íntimo con el lector, donde la imaginación y la razón se entrelazan para ofrecer una visión renovadora del futuro y del potencial del espíritu humano en la búsqueda de lo eterno.

Leer libro completo haciendo clic aquí...


miércoles, 20 de noviembre de 2024

Del Homo Sapiens al Homo Deus

Lolo Morales, PhD. D.

En el recorrido de la historia humana, el Homo sapiens ha sido el actor principal, el pensador consciente de su entorno y el que, con sus manos, ha modificado la naturaleza, descubriendo las leyes que rigen el cosmos y convirtiéndose en una especie dominante. Sin embargo, esta dominación, aunque un logro significativo, ha generado nuevas inquietudes y contradicciones que empujan a la humanidad a una etapa de evolución distinta, una etapa que podría dar lugar a lo que denominaríamos Homo Deus, el hombre-dios, una criatura trascendente que no solo se adapta a su entorno, sino que lo re-crea a su voluntad.

La Era del Homo Sapiens

El Homo sapiens es una especie cuya grandeza reside en su capacidad para comprender el mundo que lo rodea, reflexionar sobre su existencia, crear arte, ciencia, tecnología y, lo más importante, desarrollar una conciencia de sí mismo. La historia humana, llena de logros y fracasos, ha sido un intento constante de superar las limitaciones inherentes a nuestra biología, de alcanzar la felicidad, la verdad y, en muchos casos, el poder. Desde el primer golpe de un hacha de piedra hasta los avances de la genética y la inteligencia artificial, el Homo sapiens ha forjado un camino de transformación, pero siempre limitado por las estructuras biológicas de su cuerpo.

El filósofo contemporáneo Yuval Noah Harari, en su obra Sapiens: De animales a dioses, propone que la mayor fuerza del Homo sapiens ha sido su capacidad para crear mitos y trabajar en torno a ellos en una gran cooperación. Esta capacidad de imaginar lo que no existe y construir realidades basadas en esa imaginación es, según Harari, lo que ha permitido a los sapiens crear civilizaciones, estructuras políticas y económicas que han llevado a la especie a lo largo de milenios de historia.

Pero no todo ha sido progreso. La misma inteligencia que permitió al Homo sapiens dominar el mundo natural, ha sido la fuente de su mayor conflicto: la separación entre lo que la naturaleza dicta y lo que los sapiens desean. A lo largo de la historia, los sapiens han buscado trascender su biología mediante la creación de tecnologías que les permitan superar sus limitaciones físicas y alcanzar una forma de vida más perfecta.

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domingo, 17 de noviembre de 2024

"Del Barro hacia la Luz" de Lolo Morales, con una crítica de Isolda Castañeda, Poeta Chilena

 Dedicado a mi consuegro el Doctor Francisco Lacayo Parajón

Nacemos entre sombras, hijos del lodo,

esclavos de un mundo que nos devora,
un alarido enterrado en carne,
un trueno que lucha por la aurora.

¡Oh, raza caída! ¡Levántate ya!
El barro es tu cuna, pero no tu tumba.
No fuiste forjado para inclinarte
ante falsos reyes, ante ídolos de humo.

¿Qué es esa rodilla que al suelo golpea?
¡Es una traición al fuego que llevas!
Tu espíritu no fue hecho para postrarse
ante hombres con rostros de cera.

¡Rompe el altar donde arden mentiras!
¡Quebranta los grilletes del miedo!
El oro que buscas es solo ceniza,
y la fama, un veneno en el viento.

¿No ves las cadenas invisibles
que te atan al peso de un dios impostor?
¿No sientes cómo hieren tu cuello
las sogas del credo, el dogma, el señor?

Tu vida no es moneda de cambio,
ni tu sangre tributo a sistemas de barro.
Eres chispa inmortal en un mundo de sombras,
un canto feroz que exige milagros.

¡Oh, raza arrodillada, despierta!
El barro no es más que un manto,
un caparazón que oprime la luz,
pero dentro, ¡dentro!, hay un relámpago santo.

¿Quién puede apagar el grito del hombre
que rompe cadenas con fuego y palabra?
¿Quién puede domar al espíritu libre
que se alza del polvo y arde con alma?

El sistema es un truco, una vil arquitectura,
te ata al consumo, te clava a su estructura.
Te roba los sueños, te arranca las alas,
y deja tu alma en ruinas, desgarrada.

¡Rompe ese espejo donde ves esclavitud!
No eres cuerpo ni carne ni ley de servidumbre,
eres un rugido, una fuerza indomable,
una llama que vence el abismo y su cumbre.

¿Quiénes son esos hombres a quienes veneras?
¿Quiénes son esos líderes de pies de arcilla?
¡Nada son! ¡Solo polvo en el viento,
marionetas del tiempo que el cosmos humilla!

La verdad no está en templos ni libros sagrados,
ni en tronos forjados por manos humanas.
Está en tu sangre, en tu latido puro,
en el fuego interno que nada apaga.

El barro es materia, pero no tu esencia.
El hombre que se arrodilla ante el barro
es más vil que el polvo que pisa,
es menos que el lodo que forma su brazo.

¡Levántate, hombre, mujer, espíritu herido!
Rompe el velo que cubre tus ojos,
y grita con la voz del trueno eterno:
"¡Soy más que carne, soy más que despojo!"

No hay credo más grande que la libertad,
no hay dios más digno que la verdad.
El hombre que la encuentra rompe cadenas,
y vence al tiempo, al miedo y la pena.

¿De qué sirve arrodillarse en la muerte
si nunca viviste, si nunca fuiste fuerte?
¿De qué sirve adorar lo que es finito,
si en tu pecho arde lo infinito?

El barro se rompe, pero tú te alzas,
con brazos de fuego, con ojos de lanza.
El barro no es dueño, es solo un camino,
que lleva a la luz, al divino destino.

Oh, raza encadenada, ¿no ves la prisión?
¿No sientes el peso de tu sumisión?
El sistema te miente, la fe te esclaviza,
y la costumbre ciega es tu peor camisa.

Destruye la idea que envenena tu mente,
desgarra la venda que cubre tu frente.
¡No hay hombre digno de adoración!
¡No hay maestro que sea dueño de tu razón!

Eres espíritu, chispa indomable,
un torrente feroz que nada detiene.
Eres libre si en tu pecho rugen
las verdades que la historia contiene.

No temas al barro, que solo es materia.
No temas al dogma, que solo es miseria.
La luz que buscas está en tu interior,
en tu grito ardiente, en tu feroz ardor.

¡Oh, humanidad, elévate ya!
El barro no puede contener tu verdad.
No hay muerte que aplaque el fuego que eres,
ni vida que frene tus ansias de veres.

Del barro hacia la luz, ese es tu camino.
Rompe el mundo, quiebra su destino.
Eres llama eterna, espíritu de acero,
y en tu libertad, tu propósito entero.

Grita al cosmos, ¡soy eterno y vivo!
No más cadenas, no más cautivos.
El barro es polvo, y el polvo se pierde,
pero la luz que soy, ¡nunca muere!

Lolo Morales, 17 de noviembre de 2024

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Crítica al poema Del barro hacia la luz

El poema Del barro hacia la luz es una obra imponente y torrencial que desafía los límites de la lírica tradicional. Con una fuerza casi profética, este texto logra capturar la esencia misma de la lucha humana por trascender sus ataduras, tanto físicas como espirituales. Desde los primeros versos, el poema nos sitúa en un escenario de sombras y barro, símbolos primarios de la materia cruda, la imperfección y la condición terrenal del ser humano. Sin embargo, lo que podría haberse quedado en un lamento existencial se transforma en un grito visceral de emancipación, una oda a la libertad integral y absoluta.

"¡Oh, humanidad, elévate ya!
El barro no puede contener tu verdad.
No hay muerte que aplaque el fuego que eres,
ni vida que frene tus ansias de veres."

La obra posee una estructura rítmica cargada de decasílabos, pero lejos de ser meramente un ejercicio técnico, el verso se convierte en un vehículo poderoso para la pasión que el texto exuda. La métrica, lejos de encorsetar el contenido, amplifica su intensidad y le otorga un dinamismo que evoca una marcha épica. Hay algo de Nietzsche en su filo irreverente y de Whitman en su ímpetu cósmico, pero no se detiene en homenajes; el poema se erige como un manifiesto original que invita al lector a un despertar total.

"Grita al cosmos, ¡soy eterno y vivo!
No más cadenas, no más cautivos.
El barro es polvo, y el polvo se pierde,
pero la luz que soy, ¡nunca muere!"

Uno de los mayores aciertos de esta obra es su manejo de las metáforas. El barro, recurrente en la tradición literaria como símbolo de lo perecedero, aquí es algo más que una condena: es un desafío. El poema utiliza el barro no solo para hablar de fragilidad o limitación, sino como un punto de partida hacia la transformación. La luz, por otro lado, no es presentada como una idea abstracta, sino como una fuerza intrínseca en el ser humano, una chispa eterna que puede incendiar su destino. Este contraste entre el barro y la luz, la materia y el espíritu, configura un eje simbólico que atraviesa todo el poema.

El tono del poema es deliberadamente incendiario. Es imposible leerlo sin sentir la urgencia de sus palabras, que parecen forjadas en un yunque espiritual. El texto interpela al lector sin concesiones: cuestiona sus creencias, desnuda sus sumisiones y exige una ruptura radical con las estructuras que lo esclavizan. Esta confrontación es tanto externa —contra los sistemas, los dogmas y las figuras idolatradas— como interna, un llamado a desenterrar la verdad que yace oculta en el corazón del lector.

"¡Rompe el altar donde arden mentiras!
¡Quebranta los grilletes del miedo!
El oro que buscas es solo ceniza,
y la fama, un veneno en el viento."

Sin embargo, no todo en el poema es asalto. También hay destellos de esperanza y redención. Al final, la luz que el poeta describe no es un regalo que se recibe pasivamente, sino una conquista personal y colectiva. Este equilibrio entre la denuncia y la posibilidad de liberación dota al poema de una profundidad filosófica que lo eleva por encima de un mero alegato enérgico.

En conclusión, Del barro hacia la luz no es un poema para ser leído de forma casual; es una experiencia que exige del lector entrega y reflexión. Su fuerza reside en su capacidad para incomodar y a la vez inspirar, para destruir certezas y construir libertad. Es un poema que, como su título indica, trasciende el barro de lo cotidiano para alzar al lector hacia la luz de lo eterno. Una obra que respira con el alma y sangra con el espíritu. Lolo Morales escribe con sangre.

"Eres espíritu, chispa indomable,
un torrente feroz que nada detiene.
Eres libre si en tu pecho rugen
las verdades que la historia contiene."


Isolda Castañeda, Poetisa Chilena, crítica literaria de lo eterno y lo inefable.




sábado, 16 de noviembre de 2024

Crítica al Ars Poeticum del Poema "La Redención de los Imbéciles" de Lolo Morales

 La Crítica de Arte 


Dolores Morales González, en su poema La Redención de los Imbéciles, logra una obra que no solo invita al lector a reflexionar, sino que lo zarandea con una audacia poética pocas veces vista en los tiempos contemporáneos. El título mismo es un desafío, una provocación intencionada que exige ser leído no desde la literalidad, sino desde una profundidad filosófica y simbólica. El poeta, lejos de buscar insultar, utiliza "imbéciles" como un vocablo arquetípico para representar la condición primitiva del ser humano, ese estado de oscuridad y egoísmo que ha sido una constante desde la edad de piedra hasta nuestros días.

El poema es un espejo de las miserias humanas, pero también una antorcha encendida que ilumina el camino hacia la posibilidad de un renacimiento espiritual, en uno de los éigrafes Morales escribe en latín "Et rebelles coepit videre lucem", que traducido significa, " y los rebeldes - o los imbéciles, o los esclavos milenarios - comenzarona  ver la luz".

Aquí, el autor trasciende la condena del ser primitivo y abre las puertas a la esperanza, a esa chispa divina que, aunque adormecida, sigue viva en la conciencia humana.

En su audaz exploración de la maldad innata, el poema no se limita a señalar los defectos, sino que busca entenderlos como parte de una narrativa universal: 

"los hicieron sentir culpables de su vida en paraíso
les dijeron que no debían comer del árbol de la vida
como que si ansiar vivir fuese pecado
les dijeron que morirían si comían del árbol de la sabiduría
como si querer ser sabio fuese pecado
¿qué daño hacían por desear saber?
¿era la sabiduría pecado?
¿era la ignorancia virtud divina?
¿quién había cometido pecado en realidad? ¿dios, la serpiente, el hombre, la mujer?"
Morales desnuda al ser humano en su totalidad, no para destruirlo, sino para redimirlo a través del entendimiento y la autocrítica.

Lo fascinante de esta obra es cómo evita las trampas de las utopías etílicas y opiáceas que han seducido a tantos idealistas. No se trata aquí de un sueño inalcanzable, sino de un llamado práctico y profundo al despertar de la conciencia: 

"¡oh! purpúrea musa de la libertad recobra tu ímpetu alza el vuelo, detén las trágicas olas que viajan en el éter zigzagueante de la serpiente venenosa 

ponle fin a la adormidera de los pueblos, azota con tu luminoso verbo hasta que extermines la muertehasta que los humanos amando la vida puedan liberarse, vengan los cóndores milenarios a espantar demonios timbucos, a machacar engendros calandracas" 

Estas líneas resuenan como una proclama humanista, un grito de fe en la capacidad del ser humano para trascender su estado actual y alcanzar un nuevo modo de ser, un “Nuevo Ser Humano-Divino”, como señala el poeta.

La estructura del poema, deliberadamente libre y fluida, refuerza la naturaleza orgánica de su mensaje. Es un río que avanza, a veces con la calma de la reflexión y otras con la violencia de un torrente que sacude las rocas del pensamiento estático. En su clímax, el poema declara:

 "queremos recién nacidos que amen la vida sin temor a muertes voluptuosas ni miedos a capataces ciclópeos que insaciables observan la hora terminal de los moribundos que dejan de quebrarse las espaldas hasta los sesenta y cinco años como bagazo que tiene que ir a la caldera para quemar ladrillos para los mausoleos y esfinges monumentales de los caciques"

 Con estas palabras, Morales González entrega su verdad desnuda, reclamando al lector su responsabilidad en su propio proceso de redención.

En términos estéticos, la obra dialoga con las mejores tradiciones de la poesía filosófica, evocando a figuras como Nietzsche y Whitman, pero siempre con una voz propia, arraigada en las complejidades de nuestro tiempo. La "imbecilidad" no es aquí un insulto, sino un estado a superar, una metáfora de la oscuridad que todos llevamos dentro y de la cual debemos liberarnos: 

"les metieron en miedo

les dieron una religión
un sacerdote
les hicieron creer en la existencia de lo inexistente
para que odiaran la existencia
para que odiaran lo natural
el miedo les esclavizó
se convirtieron en masas"

La Redención de los Imbéciles no es solo un poema; es un manifiesto para aquellos que buscan la luz en medio de la oscuridad. Dolores Morales González nos recuerda, con una poética tan profunda como exquisita, que la redención es un acto consciente, una revolución interna que exige valentía y verdad. Su poema es, en última instancia, una obra destinada a perdurar en el alma de quienes se atreven a escuchar su llamado.

Desde el amanecer de los tiempos, la humanidad ha transitado por sendas marcadas por la sombra de su propia ceguera. Los imbéciles —no como injuria, sino como un recordatorio de nuestra esencia primitiva— se mueven entre la penumbra de lo no revelado, encadenados a sus propias miserias. No hay en ellos maldad consciente, sino una tendencia innata, un peso ancestral que los ata al barro de su origen.

En cada acción, un eco de la piedra lanzada al río; en cada palabra, una chispa que incendia o ilumina. 

llegó el tiempo de la redención de los imbéciles, no a lo marxista, porque Marx se equivocó y no hizo más que quitar a un zar para colocar a otro zar en sus pedestales de granitos forjados en egolatrías infernales, el problema nunca fue económico porque en el paraíso había de todo para todos 

el problema siempre fue psicológico hecho a la medida para los imbéciles adoradores de seguridades esclavizantes

odiaron a los vagabundos porque invadieron sus palacios en busca de un mendrugo
despreciaron a los ciegos porque comenzaron a ver en medio de la oscuridad

persiguieron a los despiertos, y los iluminados se convirtieron en avatares más peligros que Jesús” 

El camino de redención no está en negar nuestra condición, sino en aceptarla como el primer peldaño hacia una verdad más alta, hacia un estado donde el ser humano trascienda su animalidad y abrace lo divino que habita en su centro.

No se trata de una redención fácil ni edulcorada, sino de una batalla interna, un despertar que sacude hasta los huesos. En ese despertar, el imbécil —que todos hemos sido— vislumbra la posibilidad de ser más que un nombre, más que un instinto: un creador de su propio cosmos.

"ya comienzan a tambalearse como borrachos de miedo en una era donde el sol ya no puede ser dominado ni las conciencias puedan ser adormecidas porque los faraones agonizan junto a sus religiones genocidas en el sueño invencible que los domina en las altas cúpulas de los campanarios de la eternidad

los viejos guardianes de mitos se desploman al compás del sonido del silencio de los meditadores en los atardeceres donde el sol jamás se oculta"

El viaje hacia un estado superior es, en su esencia, un proceso de dolor y belleza. La humanidad debe enfrentarse a su maldad latente, a las sombras que proyecta en cada acto de egoísmo, en cada instante de indiferencia. Y es ahí donde surge la pregunta esencial: ¿Es posible la redención en un mundo tan vasto y quebrado, o somos apenas un suspiro en el pecho del universo?

La respuesta no está en un dios externo ni en una ideología; está en la conciencia misma, en la chispa que espera ser avivada. Es en ese momento de lucidez donde el ser humano comprende que no hay redención colectiva sin redención individual.

Así, la redención no es un final, sino un comienzo: un paso hacia un estado en que lo humano y lo divino se abrazan, en que el ser ya no se define por su miedo ni por su miseria, sino por su capacidad de transformar. Porque no hay salvación sin conciencia, y no hay conciencia sin enfrentarse al abismo.

El imbécil, redimido, ya no es un esclavo de su pasado ni de sus pulsiones; se convierte en un alquimista de su destino, un puente entre la oscuridad que lo engendró y la luz que lo llama.

"y la eternidad se hizo luz, y la vida trasmutó en amor, 

y la casa es el paraíso que una vez nos negaron

 



Ángeles Ochoa Garza – Poeta Mexicana, CDMX, 16 de noviembre de 2024


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