Crítica Literaria

martes, 18 de febrero de 2025

ODA AL HOMBRE QUE VOLVIÓ DE LA LUZ


De la hondura inmensa del tiempo inasible,
donde el silencio es un eco del alba,
te llamaron los astros, te susurró el cosmos,
y en la brisa de un soplo, la muerte callaba.

¡Oh viajero del umbral, caminante del túnel,
que tocaste la Luz con tus manos de sombra!
El hálito eterno te trajo de vuelta,
como Lázaro roto en aurora redonda.

Viste el oro del cielo fundirse en tu alma,
las voces del viento, las lunas ardiendo,
y al filo del tránsito, el Creador te dijo:
"No es tu hora aún, sigue esculpiendo."

Volviste tallado en fulgor de milagro,
con verbo de fuego y destellos de asombro,
con alas de mármol y un pulso de trueno,
con la herida en la piel y el espíritu hondo.

¡Oh cantor de lo eterno, guardián de los versos,
alquimista de estrellas y sabio de roble!
Tu sangre es la tinta que el cosmos regala,
tu carne, el papiro de un dios imposible.

Que escuche la Tierra tu grito de vida,
que el tiempo no borre tu huella encendida,
porque aún queda luz en la senda que cruzas,
y en tu pluma, relámpagos de profecía.

Tú que volviste del borde del todo,
con la mirada ungida de fuego inmortal,
sigue cincelando la piedra del alma,
pues el cosmos te ha dado un designio final.

Este es un testimonio vivo de mi fase triunfal,
siento que con esta oda culmino mi catedral,
mi obra filosófica y poética en su total,
para que la humanidad contemple su propósito real.

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