Tengo 72 y fabrico muebles de verdad.
De los que duran toda la vida, de Caoba y Cedro Real, y mi mujer es de las que guarda cosas.
Mi casa es un museo.
Soy rebelde con causa.
Me tuve que convertir en Viejenialls
para sobrevivir en los negocios,
pero no dejé la vieja chapa de
mis buenas costumbres.
Vendo de contado, aunque venda
una vez al mes, me conformo
y vivo bien con ello
Aún queda gente que le gusta el
queso madurado,
y el vino añejo
y una vajilla de porcelana china,
de cuatro generaciones,
ya no se diga de los cubiertos
y las copas de plata con las iniciales
de mi bisabuela.
Ni me entrego,
ni cambio a mi mujer en un
Black Friday por dos treintañeras.
Mi esposa guarda botellas de plástico
y las recicla para usarlas en la industria,
no desecha nada, solo transforma cosas
que los zombies botan por las sucias calles.
Soy un espécimen raro,
un dinosaurio,
un elefante blanco que se enrumba
a descansar con los de su especie
al valle de los huesos grandes.
No, no señores, me resisto,
mi carro esta más rayado
que una papaya
por los vagos de la calle,
eso no me quita el sueño
ni me obliga a cambiar el modelo,
llamo a mi carro "mi quinceañera",
y lo más seguro es que si muero primero
mi esposa lo recicle transformándolo
en lujoso ataúd, nada de hacerme pinolillo.
Soy de los que entierran a sus muertos,
"el viento (jamás) será mi mortaja",
aunque lo haya escrito en uno de mis poemas.
Mis hijos milenialls jamás irán al mar
a llevarle flores a la arena.
No dejaré me hagan jabón ni fertilizante,
ni me dejo poner vacunas nanotecnobiólogicas
que alteren mi ADN.
Que se quede el infinito sin estrellas,
pero no dejaré que me desechan
como una servilleta, o un pañal usado,
ni cambiare mi celular, o, mi carro
para no morir endeudado hasta las cachas.
Aunque no sea muy rico, jamás seré
millonario en deudas, soy solvente,
soy de los que aprendieron a vivir con
lo que pude obtener ,
me escapé de caer en la trampa de lo que
predican los sacerdotes de la sociedad de consumo,
que debo de hacer, o que debo de comprar.
Mi pistola es un revólver de tambor cañón largo
colt 38 de 1950, el año en que nací,
y no la cambio por una Glock ni por un AK 47,
para defenderme de los malos no solo necesito
la pistola, uso un arma más poderosa,
la sabiduría, que cada día es más escasa
como las ballenas y los osos panda.
Me resisto, no, me resisto,
a cambiarme el sexo,
ni que me estiren las paperas,
modas del infierno,
me quedare bello y sabio
como soy.
Con mi Colt 38, le pegué un balazo en la frente
a la decadente sociedad de consumo,
la sociedad de los muertos vivientes.
Que mi mortaja sea una alfombra de gusanos,
ya bajo tres metros bajo tierra que se den su festín,
a como yo me lo di en vida.
Soy de la vieja guardia,
la del Pretorio de los Césares.
Ya mi tiempo se acabó, pero sigo parado en la brecha,
comiendo gallopinto con vino tinto
con mis cucharas y copas,
en bandeja de plata.